IRON MAIDEN - Estadio Olímpico de Sevilla 14/07/2016

El pasado jueves 14 de julio, volví a encontrarme con la banda de Steve Harris y compañía. Como ya conté en Rock The Best Music, esto es lo que yo viví aquella noche. No es desde luego la primera vez que Iron Maiden baja a Andalucía, y esperemos que no sea la última. Esta vez, el lugar elegido, era el sevillano Estadio Olímpico, que se preparaba para recibir a la banda por antonomasia del heavy metal. En este julio pleno de calor, adentrarse en tierras sevillanas, puede convertirse en una aventura, pero la cita valía bien la pena. Mientras conducía por la autopista, adelantaba y era adelantado, por coches con sus ocupantes con camisetas negras y los cristales de sus automóviles vibrando a causa de los graves y agudos que salían de los altavoces. Los alrededores del Estadio Olímpico era un hervidero, gente por todos lados, buscando la sombra de los árboles, refrescándose a base de bien. Viejos amigos, nuevos amigos, risas, charlas y unas cervezas, antes de comenzar la ceremonia musical, la eucaristía en forma de heavy metal, de la que todos somos participes por propia voluntad. Aquello, como me decía Jose Pineda, bajista de Snakeyes, era como volver a los ochenta, aparcamientos repletos de coches, con el maletero levantado, y riffs sacudiéndose desde su interior.


El Estadio Olímpico es un muy buen lugar para conciertos, o al menos a mi me lo parece. De diez la organización, porque tanto el acceso al recinto como la posterior salida, fue cómoda  y ágil. Una vez dentro y bien situado, me sorprendió la cantidad de gente que ya se agolpaba para ver a los teloneros, The Raven Age, supongo, que más bien para pillar un buen sitio, pero el caso, es que la banda del hijo de Steve Harris, consiguió levantar a la gente con su hard de tintes modernos e incluso cercano al nu metal, que me recordaba muchas veces a esa gran banda que eran Ill Niño. Un buen sabor de boca que me dejaron, incluso con la percepción, de que tengo que buscar su disco, para escucharlos con calma. Mientras se adecuaba el escenario para Iron Maiden, en el ambiente ya se notaba las ganas de que saltaran al escenario. Esa calma tensa, ese murmullo generalizado, que iba subiendo de decibelios segundo a segundo, mientras la pista terminaba de llenarse con la llegada de los más rezagados. El inicio de "Doctor, doctor" por los altavoces, desataba la locura general, el momento estaba cerca, ya nadie podía detenernos.

La salida de la banda, que acometía "If eternity should fall" de su último disco, que están presentado en esta gira y que está bien representado en el set list. Si algo me gusta de Iron Maiden (además de su música, lógicamente), es su valentía a la hora de afrontar las giras. Podrían adecuarse a un repertorio lleno de clásicos, que dejase extasiado a todos sus fans, pero siempre apuestan por el disco que están presentando. Para eso hay que tener pelotas. Maiden están ya en ese nivel, en el que no necesitan dar explicaciones a nadie, y eso se nota en sus grabaciones. Personalmente, "The Book of souls", me parece un gran disco, repleto de canciones complejas, y tenía mucha curiosidad, primero de ver como las llevaban al directo,  y luego la reacción de la gente. Y tengo que decir, con enorme satisfacción, que la banda las borda, porque además, están en un estado de forma brutal, especialmente Bruce, que parece que por su garganta no haya pasado el tiempo. Y la gente también las acogió de forma fabulosa. Iron Maiden aman a su público y su público, amamos a Iron Maiden. Con ese sentimiento de reciprocidad, no pueden salir mal las cosas.

Histeria colectiva, y van cayendo "Speed of light", el primer clásico, "Children of the damned", en el que a Bruce, en uno de sus malabarismos con el pie de micro, este se le cae al suelo, dejando por momentos, la estrofa en un pasaje instrumental, pero da igual, ahí estaban nuestras gargantas para sustituir momentáneamente al vocalista. El set list es idéntico al de toda la gira, suenan, "Tears of a clown" y "The Red and the black", cuyo comienzo de bajo, me trae siempre a la memoria, al malogrado Cliff Burton. Otra de clásicos, mi adorado e imprescindible "The Trooper", y aquello se venia abajo. Bruce, con la Union Jack en ristre, y miles de gargantas en un épico canto de guerra. Como decía antes, dejan fuera multitud de clásicos que todos querríamos escuchar, y que ciertamente, hemos escuchado en una gira u otra. Dos de mis tres canciones favoritas de la banda, sonaron anoche, así que me siento afortunado. Le sigue "Powerslave",y el delirio general va en aumento. 

Siguen repasando su nuevo disco, un Dickinson muy activo, presenta "Death or glory", y luego tocan una apoteósica "The book of souls", todo un desafío llevarla al directo, pero que se terminó convirtiendo en una de mis favoritas de las que sonaron. Es complicado, mantener a la audiencia enganchada durante canciones de largo minutaje, pero allí, a esas alturas no se rendía nadie. El tramo final va de carrerilla, con las gargantas ya al máximo y el cuerpo bañado en sudor, la marea humana se mueve y canta al ritmo de "Hallowed be thy name" y "Fear of the dark" , cuyo estribillo es coreado una y otra vez por todo el estadio. Dicen que el heavy metal, es más que música, que es una forma de vida, algo que une y hermana, y cuando te ves, abrazado al tipo de al lado, cantando "Iron Maiden", alguien al que no has visto nunca  y posiblemente, no volverás a ver en tu puta vida, sabes que has elegido bien, que estás en el bando correcto, que aquellos que un día decidieron que hacerse mayor, era olvidar la música, quizás deberían algún día hacer examen de conciencia, o tal vez no, que igual no son capaces de superarlo.

Llegan los bises, sale el mismo diablo, que seguro que se sentía a gusto en el infernal calor sevillano, mientras suena "The number of the beast". Tal vez "Blood brothers" no sea la canción más ideal para unos bises, pero Dickinson caldea el ambiente, nos mete en situación, y todos terminamos cantando su estribillo, como si no hubiese un mañana, antes de que "Wasted years", ponga fin a otra gran noche, a otra gran cita con Iron Maiden, para deleite de todos los que nos dimos cita. La gente se va marchando, solo se escuchan comentarios de admiración. Me cruzo con un chaval, joven, 14 o 15 años a lo más. A pesar de que están ya las luces encendidas, es incapaz de apartar la mirada del escenario. Le pregunto si es su primera vez, y sin poder articular palabra, con la cabeza me dice que si. Casi no puede evitar que las lagrimas inunden sus ojos pero a la vez, no puede dejar de sonreír. Esa es la prueba de que esto no está muerto, de que hay futuro, de que pase lo que pase, la llama seguirá siempre encendida.


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