MY DYING BRIDE/JOSÉ CARLOS SOMOZA - Ángeles, rios oscuros y damas espectrales

Paseando la vista por mi biblioteca personal, donde cada vez se acumulan más libros en pugna por espacio, y donde reconozco, que me gustaría que habitasen aún muchos más, mientras recorro las tapas de los libros con los dedos me paro de repente en "La Dama número trece" de José Carlos Somoza. Recuerdo de la ansiedad que sufrí por poseer este libro, de esas veces que lees una reseña en algún lado y sientes que tienes que leerlo si o si. No recuerdo bien como cayó en mis manos, ni si fue por obra propia o ajena, pero si estoy seguro que lo devoré rápidamente, que me perdí en su historia sin ganas de regresar hasta llegar al final. El terror siempre ha sido un lugar donde acudir para mi, tanto en el cine como en la literatura. Pero este encuentro con Somoza fue como traspasar ese umbral del tiempo que me llevase a las historias clásicas de fantasmas, a esa literatura gótica, capaz de erizar los vellos de tu cuerpo con cada situación, con la percepción de lo que está por venir. Era como recordar cuando leí por primera vez a HP Lovecraft o E.F. Benson, pero por supuesto, con la personalidad del escritor, que va desarrollando una trama de la que es difícil querer escapar.


Como siempre, mis lecturas van acompañada de música que sea capaz de servir de complemento perfecto a lo que percibo entre hojas de papel. Destacados del metal de los noventa, que nos dio auténticas maravillas, de las que muchos disfrutamos, mientras otros se perdían en baldíos debates sobre el estado de salud del metal, relacionándolo únicamente con su nivel de popularidad relacionado con el mass media, en vez de sumergirse en las catacumbas que se abrían tanto en el Reino Unido como en el norte de Europa, donde muchas bandas volvían a poner esa grandeza de la que disfruta el metal por naturaleza, como sustancia imprescindible. Una de esas bandas, cuyas atmósferas eran capaz de transportarte al mismo mundo que la literatura de fantasmas, es My Dying Bride. No es sencillo acomodarse ante la música de estos británicos, que no dudan en construir su mundo a partir de torturadas melodías. "The angel and the dark river", su tercer disco, no se puede comprender en una escucha pertinente y no severa. Este disco supuso la ruptura definitiva con cualquier incitación al death metal heredada de su primer disco. Su incursión en el doom no tenía vuelta atrás, costase lo que les costase. Olvidaron complejos de minutos como fronteras, se lanzaron en busca de unas melodías revestidas de angustia de las que es complicado, tanto dejarse seducir, como abandonarlas una vez hechizado. My Dying Bride parieron una gran obra, que además en mi caso particular, fue durante el tiempo que tardé en devorar "La dama número trece", su banda sonora perfecta.

Comentarios