SERIE Z 2014 "LUCHA DE GIGANTES"


Llegó noviembre, y cuando el onceavo mes del año, anuncia que ya está a las puertas, llega el tiempo de las castañas y el día de difuntos, de los disfraces de Halloween, del frió (aunque este año, al menos al sur del sur, sea en estos días, cuando parece querer asomar la cabeza) y por supuesto, la ineludible cita con el Serie Z. Se que puede sonar a cliché, a lo dicho mil veces, pero el Serie Z, en espíritu, es muy diferente de la mayoría de festivales que rulan por el panorama nacional. Quizás el hecho de esa especie de "intimidad" que lo aleja de aquellas reuniones de miles de aficionados, donde uno se convierte en un punto anónimo engullido en medio de una marea humana. El Serie Z, se ha convertido, casi en una especie de reunión de viejos amigos y conocidos, donde año tras año, las caras te van sonando, donde terminas hablando animadamente con gente que no conocías de nada y que sabes, que probablemente no volverás a ver hasta el año siguiente allí mismo, y por supuesto, para reencontrarte con viejos amigos. El rumor que sobrevolaba la sala, bien lanzado por Cacheda, que nada o casi nada, lo hace al azar, es el posible cambio de fechas y ubicación para el próximo año. Las opiniones eran encontradas, por un lado, dejando volar la imaginación, con las bandas que podrían situarse frente a nuestras cabezas, en un sitio de mayores dimensiones. Por otro lado, la nostalgia, de perder ese encanto, de encontrarte casi en casa. Ya veremos que pasa, lo único cierto, es que sea cual sea, la decisión tomada por Apresa y Cacheda, allí estaremos los acólitos de este festival.


Este año, por razones que no vienen al caso, no pude asistir a la sesión del viernes, así que guardaba todas mis fuerzas, para el sábado 1 de noviembre, con un cartel de aupa y un hambre tremenda de rock and roll por mi parte. Así que a las 16.30, ya andabamos por el patio de la Sala Paul, cerveza en mano, calentando motores, mientras a nuestro lado, el guitarrista de Dirt River Radio, abria una botella de Jack Daniels. Con una temperatura casi de verano, poco a poco, iba llegando la gente al recinto. Caras conocidas de otros años, y colegas con los que ir charlando alrededor de unas cervezas (y alguna baja obligada "London burning") y las ganas de disfrutar con lo que se nos venía encima. Entre sorbos, saludos y conversaciones, se iba consolidando la marea humana que forma a los fieles al Serie Z. Como siempre, destacar la organización, de diez. Fluidez en las barras, poco tiempo entre banda y banda, momento, en el que el equipo de limpieza, dejaba la sala perfecta... en definitiva, solo se puede aplaudir a los señores Cacheda, Apresa y a todo su equipo. En definitiva, como dirian AC/DC, "Thats the way I wanna rock and roll".


Los australianos Dirt River Radio, eran posiblemente, los "tapados" del festival. En mi caso, era una de las bandas que tenía muchísimas ganas de ver, ya que sus dos discos, cuyas reseñas podéis leer pinchando aquí y aquí, suenan con asiduidad en mi equipo de música desde hace tiempo. Tenía alguna duda de como sería su paso por las tablas del festival, sobre todo por que en disco, abundan los sonidos más acústicos (sobre todo en "Come back romance..."). Además, abrir un festival a las cinco de la tarde no es fácil. Todo quedó borrado en el momento que comenzaron a tocar y un auténtico huracán azotó la Sala Paul. Olvidaron cualquier concesión y se dedicaron a rockear lo más salvaje que sabían, que por cierto, es bastante. Con la gente entregada desde el primer momento, y la banda, recordándonos que este era el último concierto de la gira y que pretendían beberse todo lo que les pusieran por delante (doy fé que lo hicieron). Aquello se convirtió en una bendita y etílica locura. Sonaron canciones como "Fuck you I miss you" o la impresionante "England skies", para terminar con una demoledora "Live wire" de AC/DC.


Los siguientes en aparecer sobre el escenario eran los vitorianos The Soulbreaker Company. Siendo objetivo, debo decir que son enormes, que cada día van a más y que posiblemente, están varios pasos por delante de la mayoría de compañeros de viaje en el panorama estatal. Pero debo reconocer, que me engancharon más, en su anterior paso por el festival. Esta vez, mi viaje a través de su música, estuvo lleno de picos, a veces me perdía entre la lisergia de su sonido, y otras veces me desconectaba insconcientemente. Aún así, hay que mencionar, que buscaron un sonido más potente, más fuerte, quizás en concordancia con el desarrollo del festival. Eso sí, sobre el escenario siguen siendo una máquina perfectamente engrasada, y es imposible no rendirse ante canciones como "Oh! Warsaw". Como anécdota, contar que casi los ahogan con tanto humo, llegando el vocalista a pedir que parasen. 


Otros que repetían eran Leaf Hound. La anterior vez nos dejaron a todos con la boca abierta, porque, aunque sabíamos de la calidad de la banda, nadie esperaba el perfecto estado de forma de la voz de Peter French. Y esta vez no fue menos. Dieron una enorme lección de elegancia y clase sobre el escenario. Es cierto que French está algo más parado, practicamente no se mueve sobre el escenario, pero su voz sigue estando en estado de gracia. Y hay que destacar sin duda, al guitarrista Luke Rayner, que se echa encima, a pesar de su juventud el peso del sonido de la banda, dándole este toque hard rockero. El bajista, Pete Herbert es quien lleva el peso escénico, mientras que Rowland aporta esa contundencia necesaria tras la batería. No creo que nadie saliese defraudado de la actuación de Leaf Hound.


Todo el mundo hablaba de Oli Brown. Su paso anterior, por el festival Isla de Blues, había marcado a los que estuvieron allí. Así que había una especie de tensión en calma por ver de lo que era capaz el joven guitarrista. Por activa y por pasiva, me repetían antes de su actuación que no perdiese comba de lo que iba a suceder, y tengo que decir, que tenían toda la razón del mundo. Para mi, el gran triunfador de este sabado, que recordando a Antonio Vega, he titulado como lucha de gigantes, fue Oli Brown y RavenEye, sin lugar a dudas. Escuchando sus discos en solitario esperaba blues rock, pero nada de eso. Aquello fue una tormenta rockera, con una banda en estado de gracia y un Oli, dispuesto a comerse el escenario y lo que hiciese falta. Las caras de asombro y satisfacción abundaban entre la gente, rendida totalmente a los pies de la banda. Ojo, que se destaca a Oli Brown, pero que nadie se olvide de Kev Hickman y Aaron Spier, porque los trasforman un equipo imbatible. ¿Quien dijo que el rock and roll no tenía futuro?. Oli Brown y sus RavenEye, lo tienen todo para seguir con la estirpe, calidad, fuerza y actitud. Después de la actuación, cuando salió al patio donde se encuentra la barra, todo el mundo explotó en un sonoro aplauso, y le era imposible caminar un solo centímetro, sin un abrazo, o una fotografía con la gente. Enorme, tanto dentro como fuera del escenario.


Después de comprar el ep de RavenEye y acabar la enésima cerveza, llegaba la hora de encontrarme con los daneses D.A.D. Está claro que tablas no les falta a estos tipos, y que tienen muy buenas canciones, pero reconozco que no esperaba disfrutar tanto como lo hice con ellos el sábado. Desde que salieron, arrancando con "Jihad", estaba claro que iban a poner toda la carne en el asador, y vaya si lo hicieron. Puro hard rock, de ese que a mi en especial, me pone a cien. Iban cayendo temas como "Overmuch" o "Monster philosofy", con un Jesper Binzer interactuando una y otra vez con la gente y Stig Pedersen y sus peculiares bajos de dos cuerdas, que atraia la atención de la gente. Final espectacular con "Sleeping my day away".  Los daneses convencieron, tanto a los que teníamos muchas esperanzas puestos en ellos, como a los que los descubrían por primera vez. 30 años llevan girando, y ojalá sean muchos más.



The Dictators tenían el partido ganado antes de jugarlo. Se lo han ganado a pulso. El fin de fiesta era de órdago, los de NYC no defraudan y eso lo sabíamos todos los que estábamos allí. El año pasado pusieron la sala patas arriba, como hacen allá por donde pasan, y este año no podía ser menos. Mientras esperaba junto al escenario, pude saludar a Manitoba, al que se le van notando los años, pero ojo, solo fuera del escenario, porque una vez que se sube allí, cambia, se transforma, sigue siendo el puto amo del cotarro. Salieron a por todas, sin dejar espacio a la respiración, como suele ser norma. Manitoba, más tiempo subido a la valla que lo separaba de la gente que del escenario, dando trabajo al bueno de Jimmy. Que contaros de ellos, si es que son el puto rock and roll reencarnado. Ross The Boss y Daniel Rey son dos leyendas por méritos propios. Dean Rispler es indispensable ya en la formación, por cierto, vaya pedazo camiseta de los Celtic Frost que llevaba el tipo y JP Patterson, que decir de él, si parece que se va a desmontar, de la fuerza con la que aporrea su batería. Cayeron clásicos tras clásicos. "New York, New York", "The party starts now", "Avenue A", "Who will save rock and roll".... y por supuesto, no faltaron las covers de Flaming Groovies y MC5, "Slow death" y "Kick out the jams".

Cara de satisfacción en todos, el cuerpo cansado de muchas horas al pie del cañón, pero ya con ganas del próximo Serie Z. En el patio, las últimas conversaciones, los últimos saludos, y aún en los oídos, el resumen de casi doce horas de rock and roll. No sé que nos deparará el futuro, pero amigos, que nos quiten lo bailado.

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