ERIC CLAPTON - El lamento forzoso de un héroe

Todos sabemos que la vida es como un estrecho edificio, donde comenzamos entrando casi a ciegas por la puerta de entrada, y algún día, nos vemos agarrando el pomo de la puerta de salida. Jodido pero cierto e inevitable. Los ciclos vitales, duran más o duran menos, por desgracia, pero es un círculo viciado del que no se puede escapar. Uno desea llegar al final con fuerzas, con las botas puestas, lo contrario, puede ser con el paso del tiempo una carga pesada. Tan pesada, como la noticia de la enfermedad de Eric Clapton. Un tipo con sus sombras y luces, pero que consiguió que su guitarra fuese mágica en el tiempo. Aún recuerdo, puede hacer más de 25 años, seguro, cuando compré mi primera cinta de Clapton. Era el "Slowhand", que pillé de un cajón repleto de cintas por 300 pelas, como ya conté en su momento en el blog. Fue un shock. Yo estaba acostumbrado a los guitarristas de heavy metal y hard rock. En aquellos días, los guitar heroes, pugnaban por ser los más rápidos, por tocar más escalas que nadie. Encontrarme con esa forma de tocar de Clapton me voló la cabeza, fue como cambiar de droga y comprobar que te engancha con la misma necesidad.


Eric Clapton se volvió en esencial para mi, vital. "Mano lenta" me enseñó otra forma de amar la guitarra, de amar el blues rock. Rápido fui pillando discos como "461 Ocean Boulevard", "Time pieces" y aquel disco de John Mayall Bluesbreakers with Clapton, que se convirtió para mi en una cuestión de fé. Luego fui a por Cream, a por Derek and The Dominos, en definitiva, a por todo donde su guitarra era capaz de susurrar de esa manera tan especial que tan pocos poseen. Cuentan que ver a Hendrix le cambió al vida, que fue capaz de aprovechar mejor que nadie las canciones de otros... y es cierto, pero cuando suenan "Cocaine", "Layla" o "Wondeful tonight", mis tres canciones favoritas de Clapton, todo da igual, que hablen lo que quieran, pero que callen mientras suena esa guitarra. Hace poco conocía que Mano Lenta, no podrá volver a tocar, que la desesperación de la enfermedad, se hace dueña de sus dedos, para apartarlos para siempre del roce metálico de las cuerdas de su guitarra. Y aunque para los grandes genios no existe el olvido, porque sus obras los mantienen vivos para siempre, no me siento preparado para escuchar el lamento de un héroe, de alguien, a quien un día una pintada lo proclamo Dios.

Brindo a su salud aunque sea dedicada, y apuro otro trago a mi cerveza, mientras mis altavoces  dejan escapar una sentida versión de "Hoochie Coochie man" en directo,como legado de alguien que me enseñó tanto, tantas veces, a través de unos altavoces, cuando era un chaval, y ahora que el tiempo va pintado canas en mi cabello. Fuerza y honor por siempre para nuestros héroes.

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