PÁJARO - He matado al ángel
Asomarse al Sur es como hacerlo a un acantilado y sentir en el estómago esa sensación de vértigo que solo es capaz de producir la mezcla de belleza y miedo. El Sur es una puerta de entrada y salida, en la que jamás encontrarás un cerrojo cortándote el paso. El Sur es vilipendiado por aquellos tan necios, que jamás han sido capaces de sentarse, mirarle a los ojos y sentir su respiracíón. El Sur es como una espina clavada a fuego en el corazón, que te conduce por la vía de la sangre hasta el amor. El Sur siempre es Sur, aunque se proteja del relente con otra bandera, aunque sus labios silben una melodía de tierras lejanas. Pájaro es Sur.Y con sus propias manos ha matado al ángel, y nos lo ha ofrecido como pleitesía, para que lloremos de alegría recordando a Silvio, alcemos el orgullo que produce la falta de miedo de Veneno o Pata Negra, y sobre todo, para que recordemos que el Sur es grande porque sus gentes así lo quiere.
Pájaro ha revestido su grandeza de lamentos italianos, de sonidos bañados por las olas del surf, del puñado de dolares del mejor Spaguetti Western mientras moja sus pies descalzos en las zonas más pantanosas del Guadalquivir. Pájaro escribe letras sentidas y las recita como puñales directos al alma, Pájaro no baja la guardia y te conduce por sendas polvorientas sin olvidar el rock, el blues o lo que haga falta, para que su verso se haga canción. Guadalupe Plata, Julián Maeso, El Twanguero, Los Saxos del Averno, Los Quiero y Ángel Sánchez se unen a la pleyade de discípulos que disfrutan lascivamente de su última cena. El sevillano recuerda la influencia de la Semana Santa en ese lamento instrumental que "Apocalipsis", como si Tarantino pusiese su retina en ella. Baja por las orillas del Guadalquivir hasta Sanlucar donde se dirige hacia el Mediterraneo, para transmutar su acento en italiano con ""Guarda Che Luna" y "Viene con mei". No duda en hacer sonar sus guitarras como estandarte para trasladar su trova hasta "Costa Ballena" o "El pudridero".
No puedo evitar derramar una sonrisa cómplice al escuchar "Sagrario y Sacramento". Más Sur se hace presente con esa revisión imposible de la "Danza del Fuego" de Manuel de Falla, con impronta surf. Cádiz es La Habana con más salero, y el barrio de Triana se convierte en el Delta del Blues con la intensa "Studeck Man", y continuamos por aquellas tierras de Dios para bajar a su Sur, y hermanarlo con el nuestro de la mano de "El Dorado". Pretendo encender un cigarro mientras suena "Bajo sol de media noche", pero recuerdo que dejé de fumar y me dejo llevar por el humo de su ritmo, de ese rock and roll cincuentón, que tan bien tiene que sonar asomado a la Giralda agarrado a tu cintura. "El padrino" me agarra de la mano con su brisa instrumental y esos vientos demoledores, para llevarme hasta la última parada, para que me baje en la estación de "El condenado", que se mece como canción de cuna que tararea aquel que va sin remordimientos al cadalso. Con este disco en mis venas, yo, que afortunadamente soy del Sur, me miro las manos y descubro, que también soy cómplice de haber matado al ángel.
Pájaro ha revestido su grandeza de lamentos italianos, de sonidos bañados por las olas del surf, del puñado de dolares del mejor Spaguetti Western mientras moja sus pies descalzos en las zonas más pantanosas del Guadalquivir. Pájaro escribe letras sentidas y las recita como puñales directos al alma, Pájaro no baja la guardia y te conduce por sendas polvorientas sin olvidar el rock, el blues o lo que haga falta, para que su verso se haga canción. Guadalupe Plata, Julián Maeso, El Twanguero, Los Saxos del Averno, Los Quiero y Ángel Sánchez se unen a la pleyade de discípulos que disfrutan lascivamente de su última cena. El sevillano recuerda la influencia de la Semana Santa en ese lamento instrumental que "Apocalipsis", como si Tarantino pusiese su retina en ella. Baja por las orillas del Guadalquivir hasta Sanlucar donde se dirige hacia el Mediterraneo, para transmutar su acento en italiano con ""Guarda Che Luna" y "Viene con mei". No duda en hacer sonar sus guitarras como estandarte para trasladar su trova hasta "Costa Ballena" o "El pudridero".
No puedo evitar derramar una sonrisa cómplice al escuchar "Sagrario y Sacramento". Más Sur se hace presente con esa revisión imposible de la "Danza del Fuego" de Manuel de Falla, con impronta surf. Cádiz es La Habana con más salero, y el barrio de Triana se convierte en el Delta del Blues con la intensa "Studeck Man", y continuamos por aquellas tierras de Dios para bajar a su Sur, y hermanarlo con el nuestro de la mano de "El Dorado". Pretendo encender un cigarro mientras suena "Bajo sol de media noche", pero recuerdo que dejé de fumar y me dejo llevar por el humo de su ritmo, de ese rock and roll cincuentón, que tan bien tiene que sonar asomado a la Giralda agarrado a tu cintura. "El padrino" me agarra de la mano con su brisa instrumental y esos vientos demoledores, para llevarme hasta la última parada, para que me baje en la estación de "El condenado", que se mece como canción de cuna que tararea aquel que va sin remordimientos al cadalso. Con este disco en mis venas, yo, que afortunadamente soy del Sur, me miro las manos y descubro, que también soy cómplice de haber matado al ángel.
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