Una asignatura pendiente.

Creo recordar que era 1994. Tenía por entonces 22 años y mucho mundo que morder. El destino puso mis pies en Santa Cruz de Tenerife en ese momento. Un lugar maravilloso para tener pasta en los bolsillos. Como en casi cualquier lugar del mundo. No era mi caso. Mis bolsillos siempre han sido escasos en contenidos y mis pocos billetes propensos a terminar en la caja registradora de algún pub. Bien es cierto que la noche solo dura unas horas y el día no siempre se reduce a un horario laboral. Un día callejeando por las calles de Santa Cruz entré en una librería. Después de ojear los estantes me dirigí presto a uno que anunciaba bien visible ofertas. Después de contar lo que moraba en mi monedero mis dedos y ver que las sumas cuadraban me hice con dos libros tirados de precio. A uno fui sobre seguro, una bio de los Stones. Con el otro me picó la curiosidad. Nunca me había acercado al mundo del jazz a pesar de que ya picoteaba en el blues, pero de acento guitarrero. Aquel libro sobre Billie Holiday abrió mi curiosidad por el jazz, un género que vete a saber por que relacionaba con pijos prepotentes y vanidosos.



Conocer la vida de Billie fue un shock en mi forma de pensar. En Santa Cruz había un mercadillo creo recordar que los domingos donde alguna gente vendía discos grabados en cinta de casette. Allí me agencié un recopilatorio  de Billie Holiday que daba vueltas en mi walkman mientras me estremecía con los avatares de su vida. Me fui acercando poco a poco al jazz pero en pequeñas dosis.. Compré una serie de grabaciones en cassette de Countb Basie, Louis Armstrong, Jimmy Rushing, Johnny Hodges, dinamitando si me quedaba aún algún pequeño resquicio de perjuicio con el jazz.   Un par de años más tarde, a final de siglo, mi viaje sin retorno comenzó gracias a un buen amigo, Jose Gallardo que me regaló grabado en un cd un disco de Chick Corea y A love supreme de John Coltrane. Este último me enganchó definitivamente. Fueron llegando Jaco Pastorious, Pat Metheny, Miles Davies, Charlie Mingus que me hacían escuchar boquiabierto su capacidad para demoler limites. Pero amigos, Coltrane se convirtió en esa pica en Flandes, ese faro para revolotear alrededor de su luz. Conocer al gran Laurent Berger abrió aún más mis oídos a diferentes interpretaciones e inspiraciones.



Me gusta llegar a casa de trabajar esos días en los que los astros parecen haberse conjurado en tu contra y poner a Coltrane a todo volumen. Encerrarme en su mundo y evadirme del momento. Soy un profano en el jazz, así me siento. Poco a poco voy construyendo un bagaje a base de discos escuchados pero mantengo alerta el instinto de seguir descubriendo, el hambre por la sorpresa. En mi bandera escribo con letra firme que el jazz sigue siendo mi asignatura pendiente.

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