UNCLE SAL - American dream

Algo tiene la tierra del Tio Sam que me fascina. Y eso que muchas veces me asquea esa obsesión continua que posee de mirar al resto por encima del hombro. De presumir de ser el ombligo del mundo, aunque pensándolo fríamente, es lo que es. Hollywood es el mejor relaciones públicas que puedes tener. Es capaz de influir tanto en la gente como para variar el rumbo de la  historia y convertirte en ese libertador con derecho de pernada. Aún así me sigue cegando. Quizás sean las luces de neón. O simplemente el puto rock and roll. Seguro que tiene mucha culpa y de ello no me arrepiento. Cada vez me interesa más esa América profunda. La que se aleja del halo cosmopolita de la Gran Manzana y otras grandes capitales de su vasta geografía. Será que al final las canciones que cuentan historias nacen un en porche no en un ático con vistas a Wall Street. O eso quiero creer. Leo sobre ellos. Hablo con ellos. Escucho sus historias. Junto a mi descansa en estos momentos "Historias desde la cadena de montaje" de Ben Hamper. Al final todos somos ratas de fábrica aunque aquí en el Sur del Sur la General Motors nos la diese al final con queso. Quizás en el fondo no seamos tan diferentes, solo que nos engañaron de distinta manera.


Anhelan el sueño americano. Nosotros también a nuestra manera. Ellos tuvieron a Reagan o a Bush.Yo prefiero no dar nombres. Ni pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo no tengo perros que acariciar en un hamaca. Tengo dos gatas que se acercan cuando les viene en gana. Tampoco soñé nunca con ser perro faldero al que acariciará ninguna proclama incendiaria envuelta en colores. Elegí ser gato. Abro las ventanas, subo las persianas. Subo el volumen y dejo que mi hogar se llene del sueño americano, pero del que viene esta vez desde Ibiza de la mano de Uncle Sal. En aquella isla que alguien contó que visten de blanco para salir en la tele. Odio los estereotipos. Subo el volumen. Abro la despensa. Huele a blues en el ambiente. Los acordes de "Last will" tienen la culpa, bendita penitencia. Uncle Sal son un bourbon de la mejor reserva aunque las barracas en las que reposa su sabor estén bañadas por el Mediterráneo. Dos dedos de Jack Daniels y un hielo, nunca dos, vete a saber por que. Suena "The american dream", la canción que da nombre a este tercer disco de la banda, y me trae a la cabeza a Neil Young liderando a los  Drive By Truckers.

Llaman a la puerta, abro y me encuentro frente al ritmo blues de "South of Memphis", guitarra poderosa de marcado riff y melodía con olor a gasolina y carretera. Saboreo el preciado líquido de mi vaso, su gusto a barrica de roble recorre mi garganta mientras dejo el sol ciegue mis ojos y mis sentidos se diluyen junto al ritmo pausado de "Drinkin' days (Wafle house blues)" y  su querencia del canadiense más querido del rock and roll. Por cierto ¡menudo solo de guitarra!. Esa alternancia premeditada entre el blues y el rock más americano que transita en este disco me parece una idea fabulosa, aunque en "Snakebite fever" se saltan el guión para acompañarles a un viaje por el desierto hasta arriba de peyote guiados por su hipnótico ritmo. "Station blues" en su nombre no deja lugar a dudas.  El blues enseñó a andar al rock y dotó de sus mejores hechuras que aquí se hacen canción. Ese inicio de "All the family tragic deaths" me hace sonreír pese a su título. Pura tradición musical de Petty o Springsteen. Esa forma de contar historias que escuchas en sus discos o en los libros de Joe Bageant o tantos otros.

La cosa se pone dura a base de guitarrazos con "Rock and roll soul". Miro el horizonte y veo un solo de guitarra señalándome el camino a seguir. "Full gray moon" refleja intensidad, guitarras profundas, secretos transmitidos en discos escuchado y por escuchar. "Homeles & drunk" pone fin a este sueño americano que no se si se verá cumplido pero que si este jodido mundo del rock fuese justo estaría en los altares de aquellos que heredaron la tierra prometida por tantas estrofas y estribillos cantados para hacer camino. ¡Larga vida a Uncle Sal!.


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