Los domingos se hicieron para bailar
Los domingos los hicieron para bailar, cantaban Burning. Para bailar en casa nos impone este confinamiento que se muestra como único freno a la expansión de un virus que esta diezmando la población sin distinciones de clase, ideología o lugar de nacimiento. Extiende sus garras sobre gran parte del planeta demostrando la incapacidad de luchar contra un enemigo tan microscópico como dañino, dejando a las claras las vergüenzas de los gobernantes y las miserias de quienes tratan de sacar rédito con vistas a futuras elecciones. Y da igual el color. Diferentes países, diferentes siglas, mismos errores, idénticos chacales. No se quien escribirá después de esto las grandes parrafadas que queden registradas como gestas en los libros de historia. O a quien se le adjudicaran hazañas de las que nunca fueron protagonistas. Lo único cierto es que las pequeñas historias, las cotidianas, las que tienen el incontestable valor de la realidad, se viven a pie de calle aunque no se escriban grandes titulares sobre ellas. Vivimos días, en los que al menos para mi, que me siento más de una vez carne de cañón, me hace sentir mejor y me conforta más, una sonrisa y una palabra amable que tanto discurso premeditado o tanto tweet teledirigido.
Los domingos los hicieron para bailar, y este, último domingo de marzo que va llegando a su fin, robándonos una hora por el camino, también se hizo para bailar. No se vosotros, pero yo ya hago planes para cuando esto acabe. Tendré mucho por lo que brindar y muchos con los que hacerlo. Porque al final que es la vida, sino una noria donde hoy estas arriba y mañana abajo o viceversa, pero que todo forma parte de nuestro paso por ella. Recuerdo a Celtas Cortos y su Nos vemos en los bares. Y allí nos veremos. Y en las peluquerías y tantos otros negocios acostumbrados a luchar diariamente a pie de calle y que ahora resisten haciendo cuentas entre las paredes del hogar. De esta saldremos amigos, que nos quedan muchos domingos por bailar.
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