UNORTHODOX

Netflix - o cualquier otra de estas plataformas - es como el buffet de un hotel. En principio todo te resulta atractivo y apetecible, lo que dificulta la elección. Luego vas probando y descartando o repitiendo según sea el grado  de satisfacción recibida. No siempre lo que mejor pinta resulta ser lo más apetitoso. Ni lo más extravagante esa experiencia que anhelas. Como decía al comienzo con Netflix me ocurre algo similar. Después de tres o cuatro decisiones poco acertadas y su consecuente abandono, me decidí a dar una oportunidad a Unorthodox quizás empujado por esa rémora  de una educación religiosa que me empuja instintivamente a acercarme a cualquier metraje versado en el asunto en cuestión. Y porque el confinamiento me tiene viendo series y películas como si no existiese un mañana. Posiblemente la religión sea una de las cosas más nefastas que interviene en la vida de las personas. Y lo digo desde mis convicciones cristianas que tengo fuertemente arraigadas. Pero demasiadas veces me da la sensación de que la religión ha dejado de ser la portadora de unas enseñanzas espirituales tan antiguas como la propia humanidad para convertirse en un arma de control. Han abandonado el mensaje divino o lo han pervertido para adaptarlo a la interpretación que mejor convenga a sus intereses. Aún así, es cierto que dentro de nuestro occidental y cristiano  sentido del cumplimiento de los preceptos religiosos se vuelven muy laxos - excepto casos donde el fanatismo impera, que también los tenemos y a veces en la puerta de al lado - no es igual en otras concepciones de la religión de mayor o menor influencia en varias zonas del planeta.


Reconozco que lo primero que me atrajo de Unorthodox por encima de su historia y trama fue el hecho de la implicación en esta de la comunidad ultraortodoxa de Satmar, afincada en pleno Brooklin. La convivencia de un grupo de personas instaladas en un inmovilista pasado justo en una de las ciudades aparentemente más modernas y cosmopolitas del mundo. La serie está basada en el libro autobiográfico de Deborah Felman y narra la huida de Esther Shapiro del opresivo mundo creado a su alrededor por una ley regida por la religión que oprime a sus devotos y a ella doblemente por su condición de mujer, lo que la despoja de cualquier atisbo no solo ya de independencia sino de las motivaciones más básicas de cualquier persona. Su huida a Berlín en busca de una vida nueva. El proceder casi mafioso de su comunidad que la busca más por la afrenta que por el deseo de su vuelta y que no se muestra dubitativa a la hora de utilizar la coacción. Unorthodox me deja un sabor agridulce. Me engancha su historia, su choque cultural a pesar de que imagino que debido a su brevedad - 4 episodios - parezca dejar ciertos detalles haciendo equilibrio en el alambre. También esa reacción de odio de los ortodoxos  contra Alemania en una culpa eterna por el holocausto así como el continuo uso de su lengua, el Yidis. Pero la sensación que principalmente me embarga es la de que  sobre todo me deja con las ganas de que hubiesen profundizado más en el cerrado mundo jasídico Satmar, en sus reglas, vivencias y doctrinas ortodoxas. En su resistencia estoica y desde mi punto de vista, inconcebible, contra el mundo actual. Aún así, una serie muy recomendable.


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