AC/DC - PWR ⚡️UP

Es innegable que la música se escucha con los oídos, pero hay ciertos discos, ciertos grupos, que cuando te dispones a hacerlo, colocas el corazón sobre la mesa para que lata a su ritmo y te de vida. Es más complicado de explicar que de entender. Cuando has atravesado la puerta con el convencimiento de que no hay vuelta atrás, de que no vas a ser capaz, ni querer, vivir sin música. Son momentos en los que la imparcialidad la prendes en el cenicero más cercano para que arda como sacrificio. Una pira funeraria a la que arrojar sin remordimientos ni sollozos todo aquello superfluo, lo que me desvía de la única sensación que necesito, disfrutar de aquello que amo. Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Seguramente una de esas verdades escritas en el viento para recordarlas y tenerlas presente cuando este aúlla. No es mi caso con AC/DC. Siempre he sido consciente de lo que eran para mí, del lugar que ocupan en mi altar, aquel donde rindo devoción a aquellos que me legaron el mandamiento de sus canciones. Cuando he escuchado este nuevo disco de AC/DC, lo que he comprendido es lo mucho que les echaba de menos. 


“PWR UP” es un disco complicado desde el punto de vista sentimental, al menos desde el mío. Malcolm ya no estará y es algo a lo que nos debemos acostumbrar aunque cueste. Y es difícil, ¡que demonios!. Su rítmica, su imagen, esa sensación de que Malcolm velaba por nosotros y sobre todo por su banda, mientras Angus se entregaba sin reparos a la posesión de la electricidad, al exorcismo del rock. Oh Malcolm, guardián de la esencia del viejo rock and roll. “PWR UP” tiende puentes con “Back in black”, seguramente no musicales pero si en espíritu, porque de nuevo regresan en negro, otra vez sentimos el duelo y le mostramos respeto a través de los decibelios. AC/DC son presa fácil para quien guste del descrédito. Yo lo tengo claro, quiero que sean identificables, que mi espina dorsal se erice al primer guitarrazo, que mi alma se desboque con cada acorde, por muy familiares  que os puedan resultar estos. Aquí estoy, cerveza en mano y el volumen bien alto. Brindando por Malcolm, y de camino por Bon, que siempre está en mi recuerdo. Levantando el vaso por todos los que ya no están, por aquellos con los que disfruté alguna de vez de sus canciones y se fueron quedando por el camino. Celebrando que Brian vuelve a ser el maestro de ceremonias.


Porque no se si os pasa que cuando escucháis la música de AC/DC y de tantos otros, los recuerdos se acumulan, las vivencias se hacen presentes en un socorrido anhelo de nostalgia, que no tienen por que ser siempre de tiempos mejores pero que van inoculados de canciones que con el paso del tiempo y la mella de la memoria amortiguan los efectos. Hablas con uno y con otro y la pregunta ¿será el último? flota casi sin querer que se haga realidad. Leo comentarios para todos los gustos. Desde los que se aferran a una simetría que se pierde ya en el tiempo hasta los que no pueden evitar que la pasión les gane. Ecos remotos de la década de los ochenta escuchas decir a unos, de otras más cercanas a otros. El disco recostado en la balanza de la comparación cuyo diagnóstico nunca es exacto. Riffs como Padre nuestro de cada día. No puede ni debe ser de otra manera. AC/DC hace mucho que dejaron de ser australianos para ser parte de todos y cada uno de nosotros sin importarnos pasaportes, banderas o demás cosas intrascendentes. Suenan las canciones y cortan el aire. Eso es lo que importa y lo vuelven a hacer con AC/DC como protagonistas. ¿Qué cómo suenan las canciones?. Haz espacio en el salón de casa para poder hacer el paso del pato, saca una cerveza bien fría, sube el volumen al máximo y decide tú mismo.

Comentarios