JOSH TESKEY & ASH GRUNWALD - Push the blues away

Sueño que ando bajo la lluvia por un solitario camino que no me conduce a ningún lugar conocido. A pesar de que el cielo está negro como una mina de carbón, y el viento sopla a traición, el calor se impregna en mí piel. No sé si es el sudor o la copiosa agua lo que humedece mis ropas. Supongo que estoy soñando porque por más que camino, parece como si mis pies no tocasen el rocoso suelo con la suficiente firmeza como para dejar mi casa atrás. Giro la cabeza y entrecierro los ojos a la vez que concentro mi atención en la quietud que me rodea, creyendo oír un ruido a mi espalda. El aire huele a tormenta, a rama azotada contra el cristal por el viento. En mi bolsillo una vieja armónica que no se tocar, a modo de amuleto. Aligero  el paso al llegar a un cruce de caminos. No tengo nada que vender a aquella figura somnolienta que me observa con una siniestra sonrisa desde el otro lado. Otra vez será, hoy no tengo el alma en venta. Ni tan siquiera en alquiler. Sigo caminando, cruzando campos que pudiesen ser de algodón recién cosechado hace apenas un par de meses. Hasta la primavera no necesitará de espaldas y manos que lo recojan. Las botas comienzan a hacerme daño. Ya no estoy tan seguro de estar soñando. A lo lejos parece haber algún sito donde descansar. Busco unas monedas en mis bolsillos con las que saciar mi sed, alejar ese sabor áspero a polvo. Espero que me dejen pasar. 


¡Una cerveza, amigo!. ¡O mejor un bourbon que haga entrar mi garganta en calor!. Mientras aprieto el vaso y lo acerco a mis labios, trato de echar un vistazo alrededor. Un viejo perro duerme junto a la máquina de tabaco. Un par de tipos apoyados en ella me dedican una mirada recelosa, de pocos amigos, de esas que se dedican a los desconocidos en aquellos lugares donde todos se conocen. Doy vueltas inconscientemente a mis anillo mientras trato de leer la jugada. Un as de espadas en el dedo con forma de calavera.  Parece que la cosa queda ahí. Mucho mejor. Apuro el vaso y vuelvo a pedir. Desconozco donde estoy y para ser sincero tampoco me importa. Alguien introduce una moneda en una vieja jukebox y comienza a sonar un blues. Podría estar Louisiana o la orilla del Mississippi. Ese sonido arrastrado y añejo, de alma acústica bebe de sus aguas pero sus acordes llegan desde Melbourne. Alguien baila sin ritmo tratando de mantener el equilibrio. Parece que comienza a clarear pero ya no deseo abandonar el local. Esa voz me trae recuerdos, aunque los asocio con una textura más soul. Esa guitarra se coló entre  mis preferidas del pasado año, pero de manera más voluptuosa y eléctrica. Josh Teskey y Ash Grunwald homenajean las viejas raíces del blues a la manera que tan solo los amantes son capaces de hacerlo. Lanzan un órdago en pleno Siglo XXI hacia la aparente sencillez de lo bien hallado. Seis temas propios y dos letanías de Son House y Elmore James como celebración de la Iglesia de los doce compases del Diablo. Voz y guitarra grabado en directo, sin añadidos ni efectos. Madre, creo que soy negro. Jim, pongame otro bourbon y unas monedas para poner ese disco de nuevo.




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