THE TESKEY BROTHERS - Live at The Forum
El domingo por la tarde ya casi huele a lunes. Cuando el día apaga su luz a pesar de que las agujas del reloj avisen de que falta para la noche. La mañana ha visto como mis botas gastaban sus suelas por las calles. La gente combate el miedo con ansias de libertad, la necesidad de acercarnos a una normalidad que nos resistimos a perder para siempre o si tenemos que verla transformada en la otra cara de la moneda, tratar de sostenerse en el canto de esta como equilibrista sin red de seguridad ni público ávido de emociones e impaciente por aplaudir. Un auditorio en el que seguramente alguno fantasea con la morbosidad de verte caer aunque la mayoría se apiada en la falsa sensación de sentirse reconfortado de una manoseada caridad moral. Con la tarde ya en casa, sus paredes, que no son de cemento sino de risas, caricias y abrazos, me refugian y me ofrecen su calor, alimentado cada instante por los que moramos en ella, seamos de condición humana o animal, que a fin de cuentas es igual. Los ojos de las gatas me siguen curiosos, interpretando cada movimiento. Trato de borrar de mi mente los pensamientos que vuelan hacia mañana. Necesito la redención de la clase obrera. La salvación está en el ritmo. La absolución me viene del soul. Australia se convierte en mi tierra prometida al instante. Desde allí convertidos en mesías, The Teskey Brothers me transmiten las sagradas enseñanzas aprendidas de la Motown. La liturgia en el fragor del directo para que llegue a nuestros corazones, grabada sin artificios , de la manera más pura, cuatro noches de noviembre en el Forum.
Sus dos discos como biblia. Sus canciones como capítulos, versículos que me ofrecen la paz, el tormento, el amor o la desazón en cada cante de este dúo de hermanos - Josh y Sam - tocados por la mano divina y respaldados cual piedra angular de su Iglesia por Brendon Love y Liam Gough y la inestimable fuerza apostolar de Nathaniel Sametz, Charlie Woods y Olaf Scott. No han olvidado el blues como epístola pero como ya vimos en su “Run home slow” su predicamento cada vez es más soul. Grabado en cinta analógica nos lleva en un mágico y magistral viaje al espíritu de esas noches vividas hace ya trece meses. Interpretaciones cristalinas impregnadas de intensidad y sentimiento, rezando en los altares a un Otis Redding que estes en los cielos y como colofón un apabullante “Jealous guy” ante la que no tendrás otra opción que arrodillarte y dejarte llevar hasta alcanzar el éxtasis. ¡Que el soul y sus discípulos te bendigan!.
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