Es un absurdo pretender idealizar épocas pasadas si pretendemos ir más allá de su épica, como es un acto desafortunado juzgarlas con la mentalidad actual sin que ello nos lleve a la vana justificación sin más. Olvidamos la más de las veces aprender de la historia para no repetirla porque pretendemos cual prestidigitador de barraca de feria, mediante mediocres juegos de manos revestirlas de conveniencia, la nuestra claro. Cerramos los ojos para dejar pasar la lógica razón, siempre hay dos puntos de vista en versiones enfrentadas. Al final, es el desencanto quien se apodera de la situación con el peligro que ello conlleva. Símbolos no ideados para una mentalidad actual colocados a nuestro lado como estandarte, sin importar el desfile por el rebaladizo filo del ridiculo. Sin embargo obviamos demasiadas veces aquello que probablemente no deberia sufrir el castigo continuado del abandono en el primer rincón que encontremos. Puede ser que idealicemos el pasado ante la estrecha perspectiva de futuro. O que nuestras conciencias sean incluso más estrechas que nuestra inteligencia. Eso nos lleva a calificar y clasificar sin tan siquiera ofertar la más mínima oportunidad de la duda. Confieso mis pecados y mi culpa, porque yo también recelo a veces de las apariencias, del concepto capaz de construir mi mente en ayuno de sapiencia.
Un rápido vistazo a la imagen adoptada como complemento de su música por los ingleses Wytch Hazel, hubiese supuesto una veloz pasada de página sin tan siquiera detener mi camino en un primer párrafo. Afortunadamente se cruzó en mi camino la inestimable opinión de mi compañero de podcast en De Oficio Tinieblas, Lolo García, advirtiéndome de las bondades de su anterior trabajo, “II: Sojourn”. Esa incidencia en el medievo con el consiguiente estancamiento en ese cajón cerrado donde escondo hierbas como el folk metal y similares para perder la llave después, no se corresponde como lugar propio para la música de Colin Hendra, Alex Haslam, Andy Shackleton y Jack Spencer a pesar de lo que podría indicar su imagen. Su sonido se enraiza el el rock setentero de unos Wishbone Ash, Thin Lizzy o Jethro Tull y la evolución natural correspondida con la NWOBHM y el heavy rock de los primeros ochenta. Si parecía complicado alcanzar las altas cotas de un trabajo como el realizado en “II: Sojourn”, se cumple con creces en este “III: Pentecost” en el que siguen haciendo gala de una profunda referencia cristiana en sus textos.
“He is the fight” y sus guitarras dobladas abre el disco de forma maravillosa creando una nebulosa que se hace reconocible a la vez que propia. “Spirit and fire” marcado por unas poderosas guitarras, una fantástica melodía de voz y un contundente estribillo. “I am redeemed” vuelve a presumir de guitarras gemelas con sabor al gusto irlandés de Lynott en un directo heavy rock coronado con un épico estribillo. “Archangel” incide en ese romance de guitarras dobles mostrando una faceta más potente para volver a remarcar el dramatismo del estribillo. “Dry bones” utiliza como recurso un sonido más cercano a los primeros ochenta, presumiendo de estrofa - la labor de Colin Hendra a la voz es espectacular durante todo el disco - y reservando la fuerza para el estribillo. Y nombro esta parte de la canción en todas y cada una, porque Wytch Hazel ponen hincapie en cuidarlos al máximo.
“Sonata” es una emotiva y melancólica instrumental en la que intoducen violin y cello como complemento adicional otorgándoles protagonismo. “I will not” vuelve al camino del heavy rock de heredada ascendencia británica. De nuevo hace presencia el cello como punto dramático del inicio de “Reap the harvest” que adopta tesituras de un sonido más marcado de ascendencia doom de final de los setenta, para ir pasando a un fantástico juego de melodías intercaladas. “The crown” es una balada de aspectos folk que puede rememorar grandes momentos inspirados por gente como Kansas. Cierran con “Ancient of days”, narración incluida sobre un limpio punteo antes que de nuevo esas twin guitars escolten como poderosa guardia la épica melodía vocal. “III: Pentecost” es un grandísimo trabajo de una no menos grandiosa banda como es Wytch Hazel.
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