LOS ESTANQUES- IV
Y aquí ando, escribiendo en mi Ipad de no se cual denostada generación, en un psicodélico viaje al pasado a los esplendores de un pop hispano que quedó sumergido - y a veces tengo la impresión que olvidado - en la memoria colectiva por la sobredosis de hombreras, pelos de colores y rebeldía domesticada al servicio del capital que nos legó la parte más reconocible y promovida de la cacareada movida. Tengo a todo volumen este “IV” y por mi mente pasan recuerdos de aquellos Solera, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzman, Cecilia - que lástima que a esta gran mujer en todos los aspectos, la hayan relegado invariablemente a Un ramito de Violetas -, Los Canarios e incluso aquellos inicios del rock progresivo en nuestras fronteras, que conocí a posteriores por ese problema de logística llamado generación propia, pero sin miedo ni vergüenza en traspasar las anteriores. Algo que está claro que también hacen constantemente los cántabros Los Estanques, con una bendita juventud y una inusitada calidad rodeada de un humor ácido y mordaz. “IV” es una jodida maravilla. Me podría haber ahorrado - y de camino a vosotros, si habéis sido capaces de llegar hasta aquí - de mis disertaciones fruto de la inspiración promovida por los ritmos de pop psicodélico que proponen con tan buen gusto Los Estanques.
Me sorprendo a mi mismo bailando con paso torpe mientras suena “No hay vuelta atrás”, a ritmo de esos metales. Las trompetas de “Flor de limón” pegadas en cuerpo y alma a ese ritmo intranquilo te absorbe hasta instalarse en tu memoria. Reivindicando en voz el rock progresivo/sinfónico de los primeros setenta de este país - y yo aprovecho la jugada para reivindicar a otros cántabros universales, Bloque - condensan toda su magia en los escasos tres minutos de “Juan el largo”. Cierra los ojos y presta atención a “Clavos de papel”, pieza de artesanía no apta para los tiempos de usar y tirar. Me devuelven las continuas ganas de juerga con “La aguja” a la vez que me sacan una sonrisa canalla y sibilina cuando arranca ese pronto pop. Sitares envueltos en ironía se abrazan en “Soy español pero tengo un kebab” como en un vertiginoso viaje fumeta a la trastienda Kinki del Taj Mahal. “Comunicación felicitación navideña” es una pequeña pieza de aparente fragilidad y elegancia encontrada.
Sacan la artillería con “Emilio el Busagre” fusionando de maravilla ese adictivo pop de corte cabaretero con filones progresivos. Algo que vuelvo a identificar en ‘Mr. Clack” o los desarrollos propios del jazz que se dejan ver sin rubor en “Nací santo” conformando una trilogía de altos vuelos. “Rey del ajuar” retoma el camino de la psicodelia sin soltar el pop de la mano y unos coros que me convierten en esa chica ye-ye que nunca fui. Id preparando las piedras y los improperios contra mi persona pero “Rosario” se me aparece como una travestida e imposible fusión de aquella Martirio de “Estoy mala” ( en espíritu) con unos Queen sin complejos (musicalmente). “Reunión” termina el baile y me siento en la necesidad de dar gracias por esa fabulosa nueva generación de músicos que estamos teniendo la suerte de disfrutar.
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