OBSIDIAN KINGDOM - Meat machine

Dicen los manidos tópicos y clichés que en el abstracto arte de la hipérbole, por razón de nacimiento debería ser un consumado experto. Puede que dejando atrás consideraciones relacionadas con ese accidente divino, en el se que decide abruptamente el punto exacto en el mapa en el que abrir los ojos a la experiencia involuntaria que es la vida, a la que llegas por decisión ajena pero con la obligación moral - o así debería ser - de cimentar tu propio camino hasta el día no programado en el que echar el cierre definitivo y partir hacia algún lugar acorde a tus creencias o al frío y oscuro vacío si renegaste alguna vez de ellas. La similitud es a veces una quimera excesivamente disonante. La comodidad de lo conocido  puede convertirse en un falso y peligroso placebo ante el que no queda más remedio que cerrar los ojos para obviar. O mentirse a si mismo sin remisión ni conciencia. La dificultad nunca puede ser medida como tampoco el riesgo por muy cautelosos que seamos en el intento. De ahí la excitación del riesgo, la subida de endorfina cuando no sabes seguro el resultado, pero estás dispuestos a levantarte las veces ue haga falta.


No puedo asegurar que Obsidian Kingdom lleven el riesgo adherido al A.D.N., pero siguendo su andar discográfico, apostaría seguro por ello. Es objetivo complicado enfrentarse a un debut como que nos ofrecieron los barceloneses, en todos los aspectos. Quizás por eso, haciendo gala de inteligencia, optaron por no repetir esquemas y seguir adentrándose en aquellos sonidos que en ese preciso instante formaban la evolución sonora necesaria para presentarnos un segundo disco a la altura en el que sin perder una fuerte y marcada personalidad propia, anclaban otra pica a la que agarrarse fuertemente mientras cimentaban un camino impecable pero que quizás, quedaba un escalón por debajo de su debut. Y a la tercera, vuelven a hacerlo, llevando mas allá su ingenio compositor, volviendo a sorprendernos con este "Meat machine". Siguen apabullando dentro del extenso submundo del metal, pero  los ecos del Black metal y otros sonidos emparentados van quedando en un rincón para sumirse en recetas industriales que se nutren de aquella explosión de los noventa que estremecieron los cimientos de una generación. "Meat machine" es transgresor desde el propio trabajo visual de su portada y su interior, buscando y consiguiendo esas confrontación de los sentidos. Quizás no se pueda abrir un disco mejor que con "The edge" y sus turbulencias melódicas. La voz de Irene - que ya no está en la banda - es uno de los puntos determinantes del disco. "The Pump" ahonda en terrenos mas oscuros e inclusos pesados, sin llegar a la densa lentitud del sludge pero marcando ese tipo de ritmo.


La música electrónica se comienza a visualizar con "Mr. Pan" y ese inicio progresivo de nuevo cuño junto a un envolvente ritmo que se apodera de tu cuerpo y mente. "Naked politics" se desmarca con ese riffs y melodías propias del rock alternativo que se asomó a las emisoras norteamericanas. A base de sintetizadores nos introducimos en la inquietante atmósfera de "Flesh world", que se mueve entre las aguas del metal gótico mutado en la voz de Irene mientras que musicalmente evoca atmósferas oscuras e incluso invocaciones Black.  "Meat star" se va introduciendo poco a poco con ese inicio hasta que el riff vuela tu cabeza. Sonido pantanoso entre arrebatos furiosos y desgarrados. "Spanker" se alinea en el bando del prog rock moderno salpicado de muchísima melodía y un teclado que le añade un rollo de bandas como Muse o Radiohead que combate cara a cara con el protagonismo de las guitarras. "Vogue" busca la sensación de extrañeza a través de sus disonancias y contrastes. "Womb of wire" recupera el protagonismo de los sonidos electrónicos, frente a un potente riffs y la voz, mezclando momentos melódicos donde voz y teclados se apoderan del tema  junto a arranques violentos mostrando a las claras la huida del encasillamiento por parte de Obsidian Kingdom. Cierra el disco "A Foe". Como una sintonía macabra, donde la dulzura de la voz crea a su vez esa ansiedad agónica que construyen en sus atmósferas. ¡Discazo!.

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