Días de escuela

Conservo muy pocos recuerdos de mis primeros años de escolar, concretamente de primero a cuarto de E.G.B. Es más, reagrupándolos en un rápido ejercicio forzada de memoria, me aventuraré a afirmar que estos se reducen a que el colegio llevó  el nombre de un infausto personaje que gobernó el país durante  cuatro décadas, algún gol en el patio y curiosamente, tengo muy presente  la puerta, enorme y marrón de la que solo abrían una pequeña incrustada en ella. Al siguiente curso - quinto - cambié de ciudad y lógicamente de colegio. Hubiese sido un engorro seguir en el mismo, además en aquellos tiempos en los que aún existía la jornada partida para los estudiantes. En mis primeros días en aquel centro regido por una congregación religiosa, un maestro con poco sentido de la pedagogía y mucho del arte de ser un cabestro decidió colocar al niño nuevo en esa delgada línea que te separa de convertirte en un paria social a ojos de la clase. Afortunadamente, tenía unos compañeros de puta madre que acogieron a aquel párvulo tímido y callado como a uno más. Esta anécdota la conté con pelos y señales aquí por si os puede la curiosidad.


Mi padre, que en paz descanse, muy amante de la fachada y mentiroso hasta las trancas, realizó su gran entrada en aquel cristiano colegio, presentándose en el despacho del director con un sobre lleno de billetes que este festejó como si fuese día del Señor y me atrevo a imaginar que acogió con más alegría que otras aportaciones espirituales y por ende menos tangibles. En sucesivas ocasiones durante los años posteriores, me tocó el rol de correo que durante ciertas mañanas, llamaba al despacho del Director y entregaba la mercancía ante la sonrisa interesada - y que a mi siempre me resultó tétrica- del patrón del centro educativo. Misión cumplida y raudo para el aula. Una tarde al finalizar las clases, mi progenitor me tuvo casi una hora sentado en un banco sito en el hall mientras se entrevistaba con el jerarca en su despacho, del que salió airado  y malhumorado. Desde aquel instante finalizó mi carrera como correo y cambió la actitud del Director - y del equipo directivo y algún profesor - hacia mi persona. Con el tiempo comencé a preguntarme si el hecho de que nunca sacase menos de un ocho en los exámenes y que la nota media de mi graduado escolar sea un bien, tuvo algo que ver con aquello.



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