THE ODDBALLS - Tales of error (2022)

Argumentar errores puede llegar a ser tan divertido como bailar en el filo de la navaja, a veces. Coleccionarlos lejos del alcanfor rancio de la nostalgia para convertirlos en anécdotas entre brindis seguramente sea mentalmente más sano, vete a saber. Lo que no es ningún error, ni una recopilación de ellos por muy literal que nos podamos tomar el título de su nuevo disco, es este salvaje "Tales of error" de los malagueños The Oddballs, un compendio de crudeza y actitud macarra ante la vida como pasaporte del tugurio estado del rock and roll. 

Una portada oscura y lúgubre, que por esos viajes majaderos e independientes que realiza el cerebro buscando una correlación que no viene al caso, me ha traído a la cabeza aquella película de Tom Hanks, Big y la máquina de Zoltar en aquel parque de atracciones. Ni puto caso, se me pasa al instante, justo en ese en que su garage rock en todas las acepciones consideradas, sobre todos las que se acercan a su primigenio parentesco con el punk rock invaden el espacio resultante entre las cuatro paredes.

Diez canciones que comienzan con "Resurrection" y ya estás convencido de que no hay vuelta atrás, que esas guitarras crujen con ganas y que la sección rítmica es infecciosa. Tres voces que se reparten el protagonismo según que canción llevándolas a su propia personalidad arraigada a la que poseen como conjunto. Pildorazos de escasos dos minutos - excepto uno del que hablaré al final - que nos conducen por los despiadados y añorados caminos del rock and roll acelerado y primitivo de "Short trip" o el cara a cara machacón de "Don't make noise" o esa maravilla denominada "Wicked man" de guitarrazos cavernosos y arrebato sonoro.

Se nos aparecen The Cramps en la canción que da nombre al disco mientras que "Invisible girl" te invita a bailar con su rollo rítmico y esas melodías pop. "Last Christmas (I woke up in jail)" no sé si será una puñetera declaración de principios - si una gran manera de terminar la noche - coronada con un saxo bestial. Decía que dejaba para el final la única canción que rompía el canon de no sobrepasar los dos minutos, y es que "Las chicas del Drunko" son cinco minutos de salvajismo ilustrado, farfisa, aires soul, arrancadas psycho, extasis garagero. Llega el fin de semana, gentes de mal vivir y exige el sacrificio del rock and roll inyectado en vena.


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