OZZY OSBOURNE - Patient number 9 (2022)

 
Ayer ( seis de noviembre ) cumplí 50 años. Medio siglo de vida, algo que se dice pronto. Recuerdos momentos pasados como si fuesen de ayer mismo aunque ciertamente acumulen en su haber multitud de lunas. Nunca me ha pesado cumplir años, siempre lo he considerado una celebración de vida. La fortuna de  poder arrancar hojas del calendario con  esa misma mano con la que mezo los recuerdos antes de guardarlos para siempre en el cajón de las vivencias. Allí donde caben las sonrisas y los llantos que forman parte del camino que no siempre fue de baldosas amarillas. 50 me parece uno de esos números en los que clavar una pica para rememorar etapas sin pararme a hacer balance. Ya lo haré  el día que mis maletas vacías se preparen para un último viaje sin retorno. Cinco décadas. Los doce más cercanos escribiendo en este blog que tantas alegrías me ha dado y que incluso me ha servido de refugio en alguna que otra ocasión en el que exclamo intenciones veladas y culpas que se lleve lejos el viento de levante. Muchos más escuchando música, convirtiéndola no en una forma de vida sino en la manera de vivir.

He esperado a este círculo en rojo en mi calendario, aquel que tan solo me incumbe, para regalarme - me regalen, mejor dicho - el nuevo disco de Ozzy Osbourne. En lo personal cada día afecto más como referencia a aquellos que me sirven de guía en las distancias cercanas, los que se han convertido en mi norte donde dirigir mis pasos y a la vez en mi sur donde descansar, resguardarme y curar mis heridas.  Pero en lo musical, como institución del Rock and roll, como mito por obra y gracia de los excesos que también forman parte de este ritmo desbocado que como bien decía la canción: "no hables de futuro es una ilusión, cuando el Rock and roll, conquistó mi corazón", cualquiera que me conoce sabe de mi reverencia por Ozzy Osbourne. No soy converso porque jamás dejé de creer así que recibo con regocijo cada entrega de un personaje tan fundamental para mí que a estas alturas sería incapaz de comprender muchas cosas sin sus canciones, tanto en su carrera en solitario como - principalmente - con Black Sabbath. A ciertas alturas de la vida, recibir discos de músicos que para uno son tan importantes es un regalo del que disfrutar. Estoy convencido de que ninguno de los viejos rockeros tiene ya la obligación de salvar el Rock and roll, eso es oficio de aquellos que vienen empujando detrás. Tampoco justifico la barra libre, la entrega de armas en rendición incondicional, pero lo que detesto profundamente es el ensañamiento no necesario, la falta gratuita, el desprecio como norma de superioridad derivada en ignorancia.

He oido y leído quejas sobre la producción de este paciente número 9. El hecho de que Ozzy trate de acercarse a tendencias actuales no es una novedad, ya se hizo patente en el anterior disco, "Ordinary man" que incluía un par de canciones totalmente fuera de lugar al menos bajo mi punto de vista, algo que afortunadamente no me encuentro en este "Patient Number 9" donde Ozzy parece recobrar fuerzas. Rodeado de un puñado de músicos reconocidos y solventes se muestra inspirado. Ha dejado caer el peso del disco en las manos de Andrew Watt tal vez buscando como dije antes ese nexo con la actualidad y cierto es que los efectos en la voz de Ozzy son evidentes, pero bueno, estamos hablando de un tipo de 74 años que ha maltratado de todas las maneras conocidas e incluso alguna desconocida su garganta sin que esta fuese tampoco uno de los grandes tesoros del Rock and roll si nos ponemos a comparar. 


¡Me gusta el disco y mucho!. La canción que da nombre al disco si la radio aún fuese receptiva al rock podría estar sonando una y otra vez en antena. Además Jeff Beck, ese guitarrista por encima de otros muchos que por mucho que su nombre apareciese en las paredes no han conseguido la estabilidad en el tiempo de Beck se desata tanto con el solo como con su riff y además vuelve a la carga en "A Thousand shares". Ozzy se acompaña de conocidos, amigos, para las canciones de este disco. La guitarra de Mike McCready es la siguiente en aparecer en escena y coño, que manera de aportar contundencia. Siempre me alegra volver a ver a Zack Wylde cerca de Ozzy. Aunque el guitarrista ha forjado su camino y destino, quieras o no su relación con el Madman es imposible de borrar. Son cuatro canciones en las que no deleita con su manera de tocar, y ese riff ultra heavy de "Parasite", el medio tiempo "Mr. Darkness" donde insufla una fuerza natural. "Nothing feels right" con esa melodía tan Ozzy y "Evil shuffle" son las otras dos canciones donde disfrutamos de la guitarra de Wylde.

Ozzy rescata a Eric Clapton para la causa - si, y me da igual lo que digan o el que se pueda llevar las manos a la cabeza - en "One of those days" para que Slowhand sin excesos para los que ya no se presta deje constancia. Cuidado, que en este disco también podemos escuchar y disfrutar de Duff McKagan, el tristemente fallecido Taylor Hawkins, Chad Smith, Robert Trujillo y Chris Chaney. Además del propio Watt que pone su guitarra que por cierto suena de vicio en ese infeccioso blues llamado "Darkside blues.


He dejado conscientemente para el final las dos canciones donde aparece Tony Iommi. Ambos, vocalista y guitarrista son dos fuerzas de la naturaleza que por fortuna para nosotros convergieron en el tiempo y el espacio. Siempre hay una magia implícita cuando ambos forman parte de una canción. "No escape from now" con esa entrada acústica de la guitarra secundada por la voz hasta que el demoledor riff entra en acción y no puedo dejar de pensar en un nuevo disco de Black Sabbath entre mis manos. "Degradation rules" es la otra canción donde Mr. Iron Man nos deleita con su monstruoso riff y por si nos faltaba algo, Ozzy tira de armónica haciéndome viajar de nuevo a esa banda que amo sobre todas las cosas. No merece la pena preguntarse si este será el último disco de Ozzy, si será capaz de aguantar la gira, si habrá un futuro cercano. Todo se centra en el presente y yo, gente de mal vivir, ya soy un jodido paciente número nueve.

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