THE INDUCTIONS - Serial killer dance


"¿Es lo que creo que es?. No sé. ¿Tú que crees que es?. Pues una dura pistola apretada contra mi polla". 
 El arte de prevalecer seguramente tenga una porción de azar en su fórmula, pero sin lugar a duda el talento para crear algo que se convierta en icónico, una frase lapidaria, un gesto imborrable, un riff memorable abre las puertas de la historia, a veces incluso más allá del resultado total de la obra en cuestión. Adoptamos una manera de vivir acorde a aquello en lo que confiamos , en nuestros miedos y esperanzas sin importarnos hacia donde nos arrastre la corriente. Confiar en  el instinto, saltar al vacío sin mirar atrás, poner pies el polvorosa cuando el cariz que va tomando el asunto no tiene nada que ver con la devoción que confesamos aunque nos quedemos solos en el intento. 

Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo, aunque guiñemos un ojo con picardía al calendario que va perdiendo hojas por el camino sin decidirnos a cruzar esa línea imaginaria en la que alguien estableció por donde tirar recto para crecer con dignidad sin la necesidad de consultar su significado en el diccionario. El consuelo de una vida tranquila no casa de manera convincente con la fe en las guitarras desbocadas. Las miradas de reojo son las que dan la vida, las que confirman que has tomado el camino equivocado, el que no te va a llevar a ser uno más de ellos. Luego cada cual que arroje la primera piedra si encuentra la cantera de la que surtirse, aunque seguro que alguna te encuentras al borde del camino. El Rock and Roll no es una travesía de una sola dirección, lo que pasa es que nos hemos empeñado en que así sea. Fue tanta la voluntad de convertirse en persona normal que al final arrastró la forma de entender hacia su conveniencia sin importar arrancarle su concepción original. Es como esa rima constante de mi cabeza que nunca sé donde encajar.

The Inductions son parte fundamental de esta casa bastarda en forma de blog desde hace ya tanto tiempo que soy incapaz de poner un punto de salida. Y en cierto modo, estoy convencido de que Motel Bourbon también es una pequeña astilla del armazón de The Inductions porque el cariño a lo largo del tiempo ha sido siempre mutuo, que la admiración ya corre por mi parte porque son ellos quienes realmente la merecen. Leí una vez a alguien decir que si existe una droga mejor que la heroína, la debe de guardar Dios para si mismo. No pienso hacer apología de nada que ya somos mayores para saber donde nos metemos, pero si pienso utilizar la analogía porque para mi las canciones de estos tipos es una puñetera droga capaz de hacerme sentir como si mil demonios bailasen dentro de mi cuerpo y a su vez crear una adicción de la que jamás buscaré ayuda para salir. Lo suyo es el Rock and Roll cañero, salvaje, acelerado. Ya tú le pones el apellido que te de la gana, porque en su receta hay punk rock, High Energy, hard rock y todas las concepciones del rock con guitarras envuelto en sudor y lagrimas que quieras recorrer en la memoria.

The Inductions nos plantan frente a la cara cuatro nuevas canciones, que sus dosis desde hace tiempo son en pequeñas dosis para crearnos aún más ansiedad. Mis viejos altavoces se quejan, el continuo zumbido que provoca en su tela el bajo les hace ver el peligro desde cerca. Me da igual, este ""Serial killer dance" está contraindicado escucharlo a un volumen que no sea atronador. "I feel alright", "November 13th", "Serial killer dance" y "Brother Wolf", cuatro píldoras que aseguran una sobredosis que estoy dispuesto a repetir las ocasiones necesarias. Mike Jim, Dani Carrasco, Pablo Ruiz Del Cerro y Txus Cariñena, siempre de los míos.

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