Nada se puede comparar a ti
La segunda vez coincidió con aquel grito de rabia personalizado en la destrucción de un retrato. Los medios no comprendieron el mensaje o tal vez intuyeron que no era el que más emolumentos les podía reportar y por ello, convirtieron una denuncia necesaria contra los abusos infantiles que la Iglesia Católica ocultaba sin rubor, en una exposición pública mostrando a Sinead como una perturbada inclinada al escándalo y señalándola con el dedo acusador en vez de apretar los dientes, sacar valor y expandir su mensaje. La cobardía, la pleitesía al dinero y a la máxima audiencia con la que embelesar al anunciante. Un acto de traición sin par por 30 monedas.
La fama es una carretera con una mediana infranqueable que finalmente exprime el depósito de la gadolina y funde el motor cuando se evapora el aceite. No todo el mundo es capaz de ver el cartel donde hacer parada para reponer fuerza y no terminar perdido allí donde habitan las almas sin rumbo. Sinead mostró que peleaba con sus demonios en el purgatorio de la salud mental, pero de nuevo, cuando la oportunidad de visibilizar una situación que se da en la sociedad mucho más de lo que pretenden maquillar datos interesados en adjudicarle un papel secundario, se utilizó como combustible con el que alimentar el fuego del circo mediático.Hoy todo acabo, Sinead. Los honores deben ser de cuerpo presente porque si no, terminan siendo parte de la cara más hipócrita del negocio, pero estamos demasiado acostumbrados a llegar tarde. Sinead, nada se puede comparar a ti.
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