Nada se puede comparar a ti

¿Cuanta gente recordará en estos días a Sinead?. ¿Hasta donde se dispararán en Spotify y Youtube las reproducciones durante un reducido espacio de tiempo vestido de luto?. Dos sucesos colocaron a Sinead en primera plana, en boca de una rabiosa actualidad que devora cualquier vestigio de recuerdo al proximo instante, ese que se tarda en conseguir una nueva cabecera en las noticias. Primero fue aquella versión de Prince que nos colaron hasta en la sopa en un momento en el que a la música se le tenía en cuenta en televisión más allá de los asuntos del corazón de sus interpretes. La desgarrada manera de cantar aquellas estrofas paridas por la pluma del genio de Minneapolis tomaba una dimensión especial en la garganta de la irlandesa. Dolía escucharla tanto como si fuese una letanía vivida en primera persona. 

La segunda vez coincidió con aquel grito de rabia personalizado en la destrucción de un retrato. Los medios no comprendieron el mensaje o tal vez intuyeron que no era el que más emolumentos les podía reportar y por ello, convirtieron una denuncia necesaria contra los abusos infantiles que la Iglesia Católica ocultaba sin rubor, en una exposición pública mostrando a Sinead como una perturbada inclinada al escándalo y señalándola con el dedo acusador en vez de apretar los dientes, sacar valor y expandir su mensaje. La cobardía, la pleitesía al dinero y a la máxima audiencia con la que embelesar al anunciante. Un acto de traición sin par por 30 monedas.

La fama es una carretera con una mediana infranqueable que finalmente exprime el depósito de la gadolina y funde el motor cuando se evapora el aceite. No todo el mundo es capaz de ver el cartel donde hacer parada para reponer fuerza y no terminar perdido allí donde habitan las almas sin rumbo. Sinead mostró que peleaba con sus demonios en el purgatorio de la salud mental, pero de nuevo, cuando la oportunidad  de visibilizar una situación que se da en la sociedad mucho más de lo que pretenden  maquillar datos interesados en adjudicarle un papel secundario, se utilizó como combustible con el que alimentar el fuego del circo mediático.Hoy todo acabo, Sinead. Los honores deben ser de cuerpo presente porque si no, terminan siendo parte de la cara más hipócrita del negocio, pero estamos demasiado acostumbrados a llegar tarde. Sinead, nada se puede comparar a ti.

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