THE SILVER LININGS - Pink Fish (2023)

Decía el sociólogo norteamericano Talcott Parsons: -"...para que un grupo sea considerado como una clase, sus miembros deben tener conciencia de su propia identidad, mostrar un sentido común de solidaridad y realizar intentos organizados para promover y proteger sus intereses colectivos". Una definición tan afinada que apartada del camino original puede aplicarse sin riesgo de perder su verdadera esencia a distintos ramales que parten del tronco común en el que nos vamos retroalimentando día a día desde que nacemos hasta que tenemos consciencia de que sus raíces -las nuestras propias- están bien asentadas a la vez que comienzan a secarse como parte del implacable ciclo vital en el que nos vemos envueltos de manera quizás no voluntaria pero con la plena conciencia de la que somos capaces o creemos ser. 

Es un proceso continuo y arduo de desterrar de mi cabeza todo este etnocentrismo tan propio de cualquier  sociedad. por muy minúscula que pueda parecer a ojos de la cada vez más implacable globalización. Vivo convencido que cerrar puertas no sólo trabaja al servicio de impedir que nadie entre, sino que a su vez ejecuta implacable su función de que nadie o nada salga, terrible paradoja del aislamiento en un universo global que favorece la interacción por medio de la soledad. Cierro los ojos pero no permito a mis sentidos quedar adormecidos, los convierto en los principales protagonistas del disfrute de las sensaciones. Sueño con ser un pez rosa arrastrado por la corriente onírica provocada por los sonidos psicodélicos de los malagueños The Silver Linings. Me apunto a su excursión cósmica con la paz mental necesaria pero descartando los estados de duermevela, ya que no suelo recordar una vez despierto lo segundos antes soñado y quizás por eso vivo convencido de mantener alejadas mis pesadillas.

Mi pecho se acompasa al ritmo de "Heart full of gold". The Silver Linings exploran los vericuetos de  atmósferas envolventes con las que es tan sencillo perderse y no encontrar la salida pertinente, obligando al oyente a buscar la primera salida. No es el caso de este "Pink Fish" que en todo momento, como si sus acordes se convirtiesen en una mano invisible, te guía por el desfiladero de  melodías delicadamente construidas para crear ese mundo de ensueño del que no deseas escapar, desde la primera canción a la última. La luz comienza a no querer entrar por mis ventanas y la tenue oscuridad se convierte en el páramo perfecto para que "In the fleeting hand of time" envuelva la habitación. No sé por qué, he decidido que las canciones de este disco suenen de manera aleatoria, que sea el propio azar quien me acompañe en su visión del rock experimental, en esa telaraña que tejen sus guitarras y a la que me arrojo de manera consciente y voluntaria.

Estallan en mi cabeza la querencia pop de las melodías construidas en "A Pleasant trip to the unknown", que rompe de manera magistral con lo que estaba sucediendo hasta el instante y me hace asomarme a las ventanas del indie rock de mitad y final de los ochenta, mucho antes de que el termino terminase travestido hacia un viaje a ninguna parte. Me paro a seguir la pista a esas líneas de bajo que introducen "Patient M" y sin encontrar una escisión brusca con la canción que sonaba antes (recordad que no estoy siguiendo el orden establecido por el track list del disco) tiende un puente colgante hacia el rock que el centro de Europa propulsó en los 60. Como la tormenta de un verano que se niega a abandonarnos a pesar de las exigencias del calendario y del consumismo mercantil, la fuerza motriz de "Cosmic excursions"  recae en esas guitarras poderosas que abrazan la distorsión mientras el bajo nos invita a dejarnos poseer por su liturgia instrumental.

Voy volviendo en mí, noto que que mi transmutación en pez rosa va llegando a su fin, que la costa se acerca y con ella los anzuelos de una realidad que te engatusa con la trampa de una apetitosa carnaza, pero no ofrezco resistencia -o quizás sí- porque el ensueño que se va transformando en furia gracias a ese in crescendo instrumental que propone "Pink Fish" -la canción- junto al efecto vocal retumba en mi cabeza y me proporciona fuerza. Llego a destino, "Lifeforce" interpreta el papel de anfitrión, curiosamente coincidiendo con su lugar en el disco, en una visión esclarecedora de ritmos bailables y pasajes progresivos, un beso casi imposible entre desierto y océano. Abro los ojos, la noche envuelve la calle, también la habitación. Es hora de despertar, o mejor no, prefiero volver a arrojarme de cabeza a las aguas de The Silver Linings, creyendo ser de nuevo un pez rosa.

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