Five nights at Freddy’s

Pongámonos en situación. Hace un par de semanas, mi hijo adolescente me dijo de ir al cine a ver una peli de terror, “Five nights at Freddy’s”. Iluso de mi, lleno de regocijo pensé que se trataba de una nueva película de Freddy Krueger, que había escapado a mi conocimiento. Pero no, resulta que se trataba de la adaptación de un videojuego que parece ser, causa furor al menos entre buena parte de la juventud. Después de que mis hijos, ambos dos, me pusiesen en antecedentes sobre el Freddy’s de marras entre un número incontable de “en plan”, más casi como comodín que muletilla, acompañado de varios videos de Youtube capaces de mantener mi atención menos tiempo que el que mis hijos volvían a introducir “en plan” como conector universal de su forma de expresión, y con poco convencimiento de tener realmente interés, cedí ante la insistencia del obcecado adolescente -mi hija, a pocas lunas ya de cumplir 18, hace tiempo que prefiere la compañía de sus amistades que la de sus padres- que en un par de semanas íbamos al cine.

Llegado el momento, este sábado era adecuado. Curiosamente la localidad donde resido sólo tiene un multicines que en este momento está cerrado por reformas, vamos, que como dice el refrán, “el que tiene un tío en Graná…”, por lo que nos tenemos que desplazar a una localidad cercana a ver que nos deparaba la película en cuestión. No existe mejor forma de medir qué intención alberga un producto cinematográfico que la media de edad de los espectadores que se reúnen frente a la gran pantalla. No voy a negar que noto cierto repelús cuando en la misma frase meto cine de terror y grandes compañias cinematográficas. Seguramente sea algo que este heavy cuya adolescencia se curtió en el pasillo de los videoclubs lleva incrustado demasiado dentro, pero cuidado, que no querría yo ahora engrosar de buenas a primeras las filas del supremacismo cultural tan en boga, porque además creo tener en el bombo de la ropa sucia, la túnica y el capirote bajo los que azuzar a todo aquel cuyos gustos no coinciden con los máximos de pureza adaptado a cualquier actividad cultural.


La interacción en redes sociales es el maná de estos tiempos y aquellos que entienden la cultura como negocio saben que es el lugar donde lanzar las redes. Me sorprendo, más por desconocimiento que por otra razón- con el fenómeno fan que dicho videojuego arrastra, y no voy a negar que me reconforta. “Five nights at Freddy’s” es carne de cañón para ser desollada sin piedad por los cinéfilos más acerrimos. Incluso este que escribe, profundo degustador de ese cine al que incluso la etiqueta “Serie B” le queda lejos, podría enumerar una larga lista de faltas. Pero luego hablo con mi hijo, que asegura que la película le ha gustado, posiblemente porque se entronca en su cultura, por ley natural, paralela a la mía, y comprendo que “Five nights at Freddy’s” no me tiene a mi en su punto de mira, sino que su público objetivo es otro. Como producto de entretenimiento, estoy seguro que la mayoría de asistentes de esta noche -por cierto, la sala llena- levantarán su pulgar en señal de aprobación. Yo, escondo el pulgar y enseño el dedo medio, pero claro, es que sigo siendo joven pero ya no tanto.



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