RILEY’S L.A. GUNS - The Dark Horse


Esta “reseña” desde un primer momento tenía  planeada realizarla en Rock The Best Music, utilizando el criterio, acertado o no, de que se trata de una novedad discográfica que puede/debe crear cierta expectativa entre los aficionados al hard rock. Pero, ¿sabéis que pasa?. Mi parcialidad y subjetividad cuando de habla es manifiesta y nunca lo he tratado de ocultar. No llegué aquí por la gloria ni el reconocimiento, sino por la necesidad de contar al mundo lo que me mueve y de la manera en que lo hace. Si además aplico esa teoria existencia e innegociable, a esos músicos que para mi, forman parte destacada de canciones que me han dejado huella, apaga y vamonos. Es el  caso del nuevo disco de los L.A. Guns versión Steve Riley. El batería militó en dos de mis bandas canallas preferidas del heavy rock,  W.A.S.P -fan confeso de los discos de Blackie y sus secuaces hasta “Live…in the raw”- y L.A. Guns. Curiosamente, el batería no estuvo presente en ninguno de mi disco favorito de ambos grupos, sus debuts, pero si como núcleo de lo que vino después. Desde hace ya un tiempo, cuando una de las reuniones con Lewis y Guns se fue al traste,  Riley mantenía su propia formación bajo el nombre de L.A. Guns junto a Kelly Nickels, con la que grabó un inmenso “Renegades” y que surcaba paralela a la de Tracii y Lewis. Los juzgados dictaminaron que el batería no podría llamar a su banda como aquella en la que militó desde 1989 hasta bien entrado el Siglo XXI de ahí lo de Riley's L. A. Guns.

Desgraciadamente, el pasado mes de octubre falleció Steve Riley. Este caballo oscuro es su testamento, su legado. Su último ticket a la inmortalidad, esa verdad incontestable cada vez que alguien escucha una de sus canciones. Junto a Kelly Nickels al bajo y Scott Griffin a la guitarra -otro que formó parte como bajista de un par de periodos de la vida musical de L.A. Guns- y la voz/guitarra de Kurt Frohlich (Faster Pussycat/Marky Ramone Band). Hace un par de días me encontraba con un video de una actuación en directo el pasado día 20 en Connecticut, concierto por lo visto que tenían contratado desde antes del fallecimiento de Riley, y que ha servido como homenaje de sus compañeros al batería. Supongo que seguirán adelante con otro nombre, o no, vete a saber, que de todo hemos visto en este mundo del rock and roll, a veces más de lo que nos gustaría imaginar.


"The dark Horse" es el disco póstumo -en principio- de esta escisión de una de las bandas claves para entender el sleaze rock. Nunca he sido muy partidario de las "bicéfalias", menos aún cuando en una de las partes militan miembros fundamentales de la historia de una banda, pero “Renegades” me convenció para conventirlo en la excepción que confirma la regla. En “The dark horse” se aglutina todo lo que -al menos yo- espero de un disco así, dosis musculosas de hard rock, puertas abiertas a las melodias, aires chulescos con sabor a Jack Daniel’s y Sunset Boulevard y la balada de rigor. Diez canciones a toda vela. Un disco que navega entre la euforia que producen unas canciones que rememoran tiempos que no se marchan por muy lejanas a ellos que anden las modas y esa sensación áspera de saber que no volverás a escuchar a Steve Riley aporrear los parches de su batería. El show debe continuar, pero afortunadamente, canciones como las de este disco permiten que no olvidemos a los nuestros.



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