SADUS - Swallowed in black (1990)


Echando la vista atrás, hubo seguramente un tiempo -hace demasiado- en el que un adjetivo en una crítica musical era capaz de despertar la curiosidad por escuchar un disco hasta límites insospechados y convertirla en ansiedad si este se convertía en complicado de conseguir a través de algún colega capaz de grabártelo en cinta de cassette, si no querías asumir el riesgo -esta vez- de comprar a ciegas o bien porque dado el presupuesto, la elección era otra en ese instante. En los tiempos actuales con los medios a nuestro alcance, presupongo que las reseñas de discos se han convertido en algo anecdótico para la mayoría, dada la facilidad para escuchar cualquier disco y crearte tu propia opinión al respecto sin la necesidad de confiar en la capacidad ajena o incluso en la afinidad de gustos como factor determinante de la descripción de las canciones que este contiene. En mi caso, reconozco que me sigue gustando mucho leer reseñas de discos y comparar luego con las sensaciones propias una vez escuchado.

A final de los 80, principio de los 90 era un ávido lector -principalmente- de la HeavyRock y Metal Hammer. Ahora mismo no sabría decir en cual de ambas leí por primera vez sobre Sadus, pero si que encontrar el adjetivo “técnico” junto a Thrash Metal, estilo que instintivamente relacionaba más con dureza y velocidad, me lanzó a la búsqueda desenfrenada de “Swallowed in black”, que editaban Sadus  en 1990. Tras el habitual ritual de preguntar “¿tú no tendras…?”, a aquellos que sospechaba que podrían acercarme a la música de Sadus, por fin caía en mis manos en una TDK 90’. Soy incapaz ahora mismo de decir que había grabado en la otra cara, que las cintas, como es de rigor, nunca venían con un solo disco a no ser que este superase los 45 minutos de duración, cuyo destinatario en ese caso era una casette de 60’ -90 si era un disco doble como por ejemplo “World Wide Live” de Scorpions- para él solo. Cuando un disco había levantado en mi unas expectativas excepcionales -y no lo tenía original- nunca tenia su estreno en el equipo de música sino que iba directo al walkman, conexión directa al cerebro y la espina dorsal aislado del mundo exterior.

Pero antes, vamos a poner en perspectiva aquel 1990 en el mundo del metal, o al menos, el ángulo desde el que yo lo observaba a través de revistas y programas de radio, en una ciudad del sur lejos de la efervescencia de las grandes ciudades. En aquel 1990, el death metal se comenzaba a asentar como orgulloso representante de las facciones más extremas del metal con discos como “Cause of death” de Obituary, “Spiritual healing” de Death o “Left hand path” de Entombed, tres obras capitales de la historia del metal. Por otra parte, la aristocracia del thrash metal y su corte más proxima, fluctuaban su sonido hacia nuevas vías de escape, como era palpable en discos del calibre de “Act III” de Death Angel, “Rust in peace” de Megadeth, “Lights, camera, revolution” de Suicidal Tendencies y “Persistence of time” de Anthrax, quizás siguiendo la estela de discos como el “…And Justice for all” de Metallica y “South of heaven” de Slayer. Además, aunque el término Groove Metal aún no habia hecho aparición -al menos en lo que a mi respecta-, discos como “Beg to differ” de Prong y por supuesto “Cowboys from hell” de Pantera plantaban la simiente. Pero ojo, que a pesar de lo expuesto, ese año nos dimos de frente con un puñado de muy buenos discos de thrash metal en su concepción más “tradicional”, caso de “For whose advantage” (Xentrix), “Better off dead” (Sodom), “Opressing the masses” (Vio-lence), “Violent by nature” (Atrophy) o “Mind Training” (Legion) a pesar de su infame producción.


Centrémonos en Sadus y “Swallowed in black” y mi dedo pulsando el play, habiéndome asegurado antes de cambiar  las pilas al walkman para evitar un inoportuno coitus interruptus. Lo prinero que llamó mi atención fue esa estación intermedia en la que el disco se situaba. Su agresividad por encima de ciertos estándares “melódicos “ del thrash -sí, he metido melódico y thrash en un mismo parrafo, de ahí el entrecomillado- pero sin llegar a las cotas del death y a continuación el bajo de Steve DiGeorgio que escapaba del rol rítmico asimilado al heavy metal siempre eclipsado por el protagonismo de las guitarras como máximas exponentes del género. Ahora DiGiorgio es uno de los bajistas más respetados y admirados de la escena, tanto, que su apretada agenda impidió grabar junto a sus compañeros de banda el disco editado por Sadus a final de 2023. Eso si, aunque el bajo reclama merecidamente su cuota de gloria y protagonismo, las guitarras crujen de manera descomunal fabricando una serie incesante de riffs capaces de demoler tus cervicales cuando caes en la tentación de seguirles el ritmo, todo ello con una batería capaz de crear el necesario muro de contención. Una explosión a la vez devastadora y perfectamente contolada concebida en la cocción de la fuerza con fundamento. 

Vivo convencido que este tipo de revisiones de memoria pierden para mi sentido si se recrean en un trabajo forense a fondo sobre las canciones que incluye el disco, que por otra parte tampoco me siento  capaz de realizar con éxito, oorque prefiero  situarlo en el contexto temporal en el fue concebido, para que no se pierda en consideraciones propias de una identificación actual. Mi proposito no es convencer de las virtudes o defectos del disco ni tan siquiera objetivizar un periodo histórico que prefiero cimentar en mis vivencias. Si hace mucho que no escuchas “Swallowed in black”, rescátalo del estante y si nunca lo cruzaste en tú camino, pon remedio y forja tu propia opinión que siempre será mejor que lo que nadie te pueda contar.

Comentarios