THE BLACK CROWES - Happiness bastards

Puedes negar la mayor, jugar al despiste haciendo brindis al sol, aunque preferiría que no te pusieses cara a él. Vivimos en una era en la que la  información corre ¿libre? y sin embargo la preferimos  cada vez más sesgada siempre y cuando satisfaga los cuatro conceptos memorizados que pretendemos defender en nombre de unos valores que alquilamos vete tú a saber a que precio y a quien. Volviendo a la música antes de disiparme en reflexiones ajenas a ella,  desde la atalaya personal e intransferible de cada uno podemos defender la afinidad o no con ciertas bandas y su música pero no negar el impacto generacional -y más allá me atrevería a decir- de un grupo como The Black Crowes. Aún recuerdo la salida de su primer disco y el poster con los dos cuervos que lucía orgulloso en la pared de mi dormitorio en la casa materna. Un disco que rompía moldes meses antes de que este que escribe cumpliese su mayoría de edad o al menos eso rezaba ese trozo de plástico que pretende filiarnos a una noción añeja de  Estado-nación y todo aquello que representa y funciona como anteojos que ocultan sibilinamente las relaciones de poder.

Alineados en una cruzada por rescatar los postulados más clásicos del rock entre la diversión y la laca de uñas que comenzaba a quedar atrás y la pretensión impostada de configurar seriedad alzándose en el horizonte, con sus dimes y diretes, sus luchas de egos y sus cambios de piel no siempre en la misma dirección hacia la que viraba el negocio, los fans de The Black Crowes somos legión, y me apropio de la primera persona del plural porque a pesar de arastrar a mi rincón a esos Cuervos más rockeros de su debut, Harmony  o uno de mis discos preferidos  del grupo -difamado también por buena parte de sus die hard fans- como es By your side mientras me alejo sin disimulo de sus postulados cuando estos se vuelven más “densos”. Voy, vengo… rumores y deseos , anhelos y desencuentros, al final de nuevo de vuelta con nuevas canciones sin importarnos hasta cuando. Bastardos felices me parece un apunte acertado para definir como nos sentimos muchos ante la llegada de un nuevo disco y la incertidumbre de tratar de adivinar por “donde iran los tiros”.

En “Happiness bastards” ganan las guitarras y me siento dichoso. Los hermanos y compañía -a estas alturas no creo que nadie ponga en duda quien corta el bacalao- desconozco si por la alegría del reencuentro y apartar momentáneamente las fricciones o sencillamente porque el cuerpo se lo pedía, han apostado por el rock and roll del que son uno de sus grandes apóstoles y en dicho envite por la electricidad sin dejar declado algun blues pantanoso, infecioso y oscuro. Me dejo llevar, porque ya mis viejos héroes no me miran desde la pared pero me siguen insinuando maneras de vivir desde los altavoces de mi desvencijado equipo de música, testigo de tantos pactos con el diablo como riffs han desfilado ante sus circuitos electrónicos. 2024 se está presentando ante mi puerta con un buen puñado de bandas que llevan décadas a mi lado, dejando discos que me vuelven loco y ante los cuales ando solo hacia el altar de sacrificios donde sellar sin diamantes nuestro “esto es para siempre”. Y si, soy un puto bastardo feliz. ¿Y tú?.

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