Bad Touch - Bittersweet satisfaction

Nunca tuve alma de poeta, de haber sido así,  la hubiese vendido al primer incauto que encontrase en algún cruce de caminos, convencido como vivo de que el corazón, animal extraño,  aun conociendo de primera mano aquello que  hace daño, cierra los ojos y ordena lanzarte de cabeza. ¡Salta, que ya encontrarás algún lugar donde zurcir las heridas!. 

No saldrá de mi boca ningún reproche por ello. No concibo la vida sin cicatrices que enseñan tanto como los besos que a la hora de comparar hacen comprender que una sonrisa vale mucho más que cualquier pena, aunque dure tan solo un segundo en este mundo de rancias costumbres. Cada cual con las suyas, yo con las mías, que siguen bañadas por la distorsión de una guitarra eléctrica capaz de inspirar en mi cerebro, la descarga necesaria para dar en forma de palabras -o perecer en el intento, exagerando el asunto en cuestión- aquello que es capaz de hacerme sentir vivo una y otra vez, algo que el tiempo no ha sido capaz de matar. Cuidado, que no pretendo plantear reinvindicaciones pasadas de fecha, ni hablar de actitudes que me aburren por el camino que están cogiendo. ¡Qué día decidimos desproveer al rock and roll de la diversión!.

No me planteo altas metas, no me gustan los altares de alta alcurnia desde donde siempre nos han mirado con desdén y ahora muchos se empeñan en ocupar sillón con vistas. Quiero olvidar que mañana sonará el despertador, que cuando mire la factura de la luz me palparé los bolsillos, de que tantos chavales les gusta situarse mirando cara al sol. Quiero divertirme, dejarme llevar por un riff de guitarra, mover mis pies poseídos por la potencia de una batería, perder la cabeza gritando un estribillo, emocionarme con la letra de una canción. No necesito profetas, necesito rock and roll. Me da igual que la formula haya sido mil veces utilizada si se hace con pasión. Los británicos Bad Touch conocen la receta.

Esas guitarras te suenan, seguro, pero que más da, si es lo que me pide el cuerpo. Melodías, lo suficientemente amoldadas para que encajen en cualquier parte. Hard rock, y añádele los aditivos que te de la gana, para delante o hacia detrás, búscate la época donde mirarte pero no olvides que la música sigue viva en este siglo que nos toca vivir, y que al final esto no es cuestión de círculos viciosos de los que -creo- aprendí a escapar, sino a seguir almacenando canciones y a poder ser, momentos a los que unirlas. Suena "This life" y si, así es lo que quiero vivir, pégale duro, brama con la canción que da nombre al disco, directa, punzante, quizás sea solo hard rock pero que más necesitas. Abre las ventanas, seguramente reconozcas en esos vientos afilados a AC/DC, a Black Crowes, Aerosmith, Van Halen, Led Zep... ¿qué más puedes pedir?.

Si en pleno siglo XXI eres capaz de poner frente a mi nariz un poderoso medio tiempo de hechuras sureñas como "Nothing wrong with that", prometo recordarte de por vida cuando la punzada necesaria te ponga en situación. Prefiero sentirme denostado que vivir a favor de corriente, incluso cuando esta sea minoritaria y algunos se empeñen en contarme que es donde me debería alinear, lo mío, es ese hard que presume de facturar melodías como las de "Tonight" o "Slip away", la que dejar escapar emociones como en "Come back again", balada que nunca debería de faltar en ningún disco, como estación de servicio, penitencia, recogimiento o diversión como la que rezuma esa línea vocal en "See it to Believe". Póngame otra, amigo.

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