Malditos Ipods: Warlord/Chainsaw/A Circus

 

Warlord - Free spirit soar (2024)

Las opiniones son algo muy personal, tanto, que a veces las perspectivas pueden tener mucho peso en ellas. Yo también tengo las mías, mis propias teorías sobre las que tratar de buscar razones y significados. La irrupción de internet y el boom de los foros y los programas de descargas, rescataron el interés por grupos que en su día, la aceptación que tuvieron en Europa -e incluso en los propios States, donde el maremagnum de la moda arrasó a su paso con muchas bandas en pos de otras- no fue tanta como para atesorar ese halo de culto que les hemos adjudicado. Tanto, que incluso ha impulsaron el regreso de esas bandas alentados por los cantos de sirena de los festivales europeos. ¿Realmente grupos como Cirith Ungol o Warlord les corresponde ese status de grupo de culto?. De lo que estoy seguro es de que se trata de un debate que da para largo y cuidado, que hablando de Warlord, para mi un disco como “And the cannons of destruction have begun” de 1984 me parece fantástico y arriesgado, en una época en la que el hard rock/heavy metal en USA tomaba otros caminos que bien podían estar representados por Mötley Crüe por un lado y Metallica por otro, dejando a gente como los propios Warlord o Manilla Road en tierra de nadie en cuestión de dos o tres años desde la entrada en los 80. Lo importante de todo esto es tener a estos grupos de vuelta desde hace ya tiempo, y no solo girando para la ocasión. La desgracia del fallecimiento de William J. Tsamis en 2021 se convierte en motor propulsor espiritual para este nuevo lanzamiento de Warlord, sin abandonar ese Power Metal U.S.A. o Epic metal del que fueron raíz o incluso de un proto prog metal que ya se podía intuir en sus canciones de largos desarrollos y que ahora repiten, con desigual fortuna. 

Chainsaw - Satan (2024)

Cierto es que los griegos pueden presumir que desde cualquier punto del viejo y despiadado Occidente, hemos pretedido reivindicalos como raíces de nuestra cultura para alejarnos de posibles relaciones filiales con aquellos que consideramos “los otros” y a los que en nombre de nuesto progreso, durante los tres siglos anteriores -y de forma más sibilina en esta- hemos expoliado y masacrado sin el mínimo atisbo de mala conciencia. También pueden los griegos presumir de que hace una década nos hicieron soñar con que otro mundo era posible, con plantar cara al poder establecido y mostrar la dignidad a través de un sonoro corte de mangas, pero todo quedó en agua de borrajas. Al menos, ahora por lo que a mi respecta si que pueden sacar pecho desde aquella zona mediterranea con este artefacto impío de infeccioso thrash metal, oscuro, sucio, corrosivo, heredero de los primeros Kreator, de los Sodom más blasfemos, de la rudeza primitiva e innata de unos Venom o los Bathory de su primer y celebrado disco. Un disco capaz de levantar a un muerto sin tener que recurrir al Necronomicon.


A Circus - “A Circus” (2024)

Prestidigitadores ellos, equilibristas sin red de seguridad el resto, con una mano delante, otra detrás, tratando de mantener el equilibrio, mientras el circo calla con la tensión del momento, ya no se fijan ojos sobre ti, sino el objetivo de un teléfono reconvertido en autopista de la información. Tiembla la carpa, la música suena, acordes que destapan los viejos arcones donde se guardan las recetas del rock progresivo en su expresión más exacta. En el nombre del padre, del hijo, de Alfredo Federici, de su vástago Luca, bajista y guitarrista respectivamente que para la ocasión reclutan sin ínfulas de espíritu santo, a Ronnie Romero, cuya buena nueva transporta su registro vocal a través de múltiples grabaciones, recogiendo el legado de vocalistas como Jorn Lande en su día, Jeff Scott Soto en épocas anteriores, su voz al servicio de donde la requerían. A Circus y este homónimo álbum, destilan calidad a base de un puñado de canciones que coquetean con el lado más hard del rock, orando en voz alta a Blackmore,  como aderezo a los movimientos progresivos que predominan en la construcción de la personalidad propia de unos músicos convencidos de su camino, al menos, el que les toca hacer en este preciso instante.

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