Oculto por las guitarras que narraban las penas y alegrias del barrio, un disparo sonó en la oscuridad, y en un oscuro callejón, un angel perdió sus alas.
¡Ajuste de cuentas! Escribieron los periódicos.
¡Castigo de dios! Clamó el reverendo.
¡A mi nadie me la juega! Sentenció aquel viejo traficante.

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ResponderEliminarQue buén blog es este .
ResponderEliminargracias tio, me alegro que te guste
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