BETH HART - Fire on the floor
Creo,
pienso, supongo, me da la impresión que de las pocas cosas que me va
dando el pasar años, es estar cada vez más seguro de las cosas que me
gustan, casi desde el primer mordisco. Lo mejor, es que al final, vienen
siendo las mismas cosas de siempre, con distinto pelaje como mucho. Me
siento un rato y no puedo evitar abrir un libro, es como una droga sin
la que no puedo pasar, además tengo la mala manía de leer siempre dos
libros a la vez, con lo que voy alternando la lectura, uno en papel,
otro en el kindle, una en unas situaciones, el otro en lugares
propicios, como cantaban Guns n Roses, un poco no es suficiente. No se
por que, ultimamente, además de la Segunda Guerra Mundial y la
literatura de terror, que son mis dealers habituales, estoy leyendo
bastante sobre EE.UU. sus costumbres, principalmente la América
profunda, la de las raíces y las costumbres, la de la belleza y el
desencanto, que al final me termina tirando más de la piel que los
paraísos urbanitas que también acoge aquel país en su seno. Cruzar sus
fronteras sigue siendo una asignatura pendiente a la que tarde o
temprano pondré remedio. Embarcarme en un viaje sin rumbo por sus
carreteras, principalmente por el sur, ese sur que como sureño de otra
latitud, al final me hierve en las venas allá donde voy.
Dejarme
el aliento en las gastadas carreteras y los verdes prados, donde el
blues de los negros y la música de los blancos crearon nuestro
idolatrado y necesario rock and roll. Bailar por las calles de New
Orleans, al ritmo de alguna banda de jazz en una esquina, beber hasta
perder el control que nunca tuve en algún garito, mientras el blues seca
de mi corazón las riadas de bourbon, terminar mi viaje en la soleada
California, no buscando ninguna maldita tabla de surf, ni un trozo de
playa que no necesito, sino siguiendo el rastro dejado por la voz de Beth Hart,
la nueva gran dama, que con su soul, su blues, su jazz se ha convertido
sin remisión en la dueña de mis sueños de rock and roll. Era muy
difícil superar su anterior disco, "Better than home", no solo por ella,
ya por cualquiera, un disco tan repleto de sentimiento en cada uno de
sus surcos, con el que es imposible no creer en el amor a primera
vista.
No necesitamos comparaciones, ni son justas ni verdaderas, porque aunque "Fire on the floor"
se cuele tan solo unos segundos más tardes por la línea de meta, se
convierte sin remisión ni remordimiento, sin duda ni consideración, en
mi disco del año. Su voz me hace perderme en un mar de contradicciones,
donde me llevan las olas de cada una de esas letras que escribe, como
parte natural de su talento. "Jazz man" abre el disco y ese piano
maravilloso, te pone a cien de primeras. Me rindo con "Love gangster",
ese derroche de feeling capaz de salir de una garganta prodigiosa como
la suya y una música que no se queda atrás en ningún momento. Lo
reconozco, soy adicto a la Coca Cola, y a Beth Hart, y cuando ella canta "taste like coca cola...". en su canción "Coca Cola", entrego mis armas de una vez por todas.
"Lets
get together" te saca a bailar con su ritmo R&B, sus ecos
motown, esos vientos y ese estribillo arrebatador. "Love is a lie" viaja
por los senderos del blues y sus grandes voces, con fuerza contenida y
demostración vocal incluida. "Fat man" es otra maravilla, con un
espectacular estribillo y un poderío descomunal. Bajan las revoluciones
pero crece la intensidad con el medio tiempo que da nombre al disco, al
igual que ocurre con el baladón "Woman you've been dreaming of", piel de
gallina como diría aquel. Vuelen tesituras más blues con "Baby shot me
down", y su ritmo cortante. "Good day to cry" vuelve a rescatar el lado
más intimo de Hart, demostrando lo cómoda que se siente con las baladas y
por si no queda claro, junto al piano nos canta "Picture in a flame",
que va creciendo en intensidad, desbordando feeling. "No place like
home" pone punto y final a este grandísimo disco, que demuestra que Beth Hart se ha convertido en referente, en salvavidas al que agarrarse y no soltarse jamás.
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