ROBERT JON & THE WRECK - Shine a light on me brother

Ajusté el maldito retrovisor. Cada día igual, parecía como si dotado de vida propia, buscase sus propios ángulos que reflejar.  Las primeras luces del día me ciegan y me obligaban a entrecerrar los ojos, ahuecar la mano sobre la frente como improvisada visera mientras con la mano libre, busco en la guantera las gafas de sol. ¡Bendito invento!. El sabor a sueño perdido se mezclaba con el aroma a noche pasada. Los años no pasaban en vano por muy bien qué haya aprendido mi genética a disimularlo. ¡Aunque ya quisiese más de uno!. Esta barba  incipiente se torna en  picor y se muestra áspera al tacto, como pasar la mano por una lija. ¡Maldita sea, estoy seguro que me olvido de algo!. El ronroneo del motor es instantáneo en el justo momento que el contacto siente la chispa que le da vida, como un monstruo de Prometeo eléctrico y mecánico. Acaricio el acelerador buscando carreteras de una sola dirección, abrazando la libertad de conducir sin la necesidad de mirar a cada instante las señales. El volante firme entre las manos, la vista en el asfalto, la mente volando por cuenta propia. Abro la guantera, introduzco ese disco que me tiene obsesionado últimamente y subo instintivamente el volumen.

"Shine a light on me brother" claman los altavoces del coche, muéstrame una luz hermano, una que me lleve directo a ese lugar que tal vez no llame hogar pero me hace sentir bien, y me la manda en forma de guitarras poderosas y rudos recuerdos sureños. Me he prometido a mismo no volver la vista atrás, y esos coros acompañados por un fantástico piano que resuenan en "Everyday" devuelven mis pensamientos a donde quizás deberían de estar, o al lugar donde quisieran hacerlo. Alguien hace autostop en el arcén. Miro de reojo su rostro contrariado al pasar de largo. Lo siento amigo, en esta road trip no hay sitio para dos. Su rostro me parece conocido, me recuerda a Springsteen o quizás es el influjo de "Ain't no young love song". ¿Cuántas millas me separarán de "Chicago"?. Me siento incapaz de calcularlo y arrojo hacia atrás el móvil, pero el motor ronronea con esa respiración de efluvios soul. Reduzco la velocidad a la vez que ciertos recuerdos se agolpan en mi mente, bajo de  marcha como en un certero medio tiempo que suena intenso, emotivo, sincero. Suspiro "Hurricane". 

He perdido la noción del tiempo pero el calor me hace bajar las ventanillas aunque el polvo entre por ellas empujado por la mano invisible del viento. Tal vez no debí desviarme en aquel camino polvoriento o tal vez si, para así disfrutar de su "Desert Sun" que quema como una slide deslizándose por el cuello de esa guitarra que se funde con la melodía de voz. Una bandada de pájaros se cruza veloz frente a la luna del automóvil y parecen gritar "Movin'" con hechuras setenteras y sonidos grandilocuentes de esos que invitan a brindar copa en alto. Virar sin sentido, acelerar por placer, volar libre te permite recordar nombres, leerlos en el viento, susurrarlos sin miedos ni rencor, cada uno los suyos, como una balada en la que RJ invoca a "Anna Maria" con ritmo sosegado y tiempo calculado. Sin perder de vista el final que no por deseado deja de ser inevitable, mecido en las melodías agarradas por emociones que se funden en hímnicos solos de guitarras como el de "Brother". El cuenta kilómetros da buena cuenta creciendo inversamente proporcional al nivel del diesel. Al fin me fijo en las señales y veo las que anuncian el final, que después de una escapada en busca de oxígeno me sabe a bar de carretera, a piano, ritmo de puro rock and roll, a New Orleans y sus calles, a golpes de tambor con nombre de "Radio".


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