Manufacturo interminables play lists con las que combatir el tedio que me produce conducir. En estos días en los que me estoy poniendo más de costumbre frente al volante, y estoy convencido de que lo que a mi me supone un cúmulo de cambios de marchas y pisadas rítmicas sobre los pedales del acelerador y freno, a muchos provocará la risa comparado con su realidad rutinaria, han sobrevolado por el limitado espacio de mi automóvil, de manera azarosa las canciones de Radiohead, banda de la que no suelo ser consciente del poder de atracción que producen sus canciones en mi hasta que no se materializan en mis desgastados oídos. Y es que a veces, hay bandas a cuya música regreso de manera cíclica y me atrevería a decir que incluso inconscientemente.
Y la casualidad ha querido que el reencuentro con canciones de discos como “The Bend” u “OK Computer” haya coincidido en el espacio temporal con la llegada a mi consciencia musical este disco debut de los alemanes Scott Evil, aunque la relación entre ambos universos musicales solo se relacionan en esta situación, quizás. El centinela apostado en la pequeña atalaya desde donde custodia mi frágil zona de confort, tiene la orden expresa de no presentar resistencia cuando alguna banda llega avalada por Berto Cáceres, padre, hijo y espíritu santo de Spinda Records. La música de Scott Evil se embarca en la complicada cruzada de rescatar al indie rock del decadente remolino de concesiones comerciales al que se ha vendido por mucho menos de treinta monedas. Aunque encasillar a los de Colonia se presta complicado pero si es necesario alinearlos en algún rincón desde el que crecer junto a la extrema sensibilidad de unas canciones donde las atmósferas, como capas estructuradas de sonido que afrentan tus sentidos para ponerlos a sus pies.
Hablar de capas se hace necesario porque a partir de una simiente pop que arraigada como base se ve imbricado de manera indisoluble con tonos propensos a describir de manera natural la personalidad de Scott Evil alrededor de todos aquellos tentáculos sonoros que crecen musicalmente alrededor del “adjetivo” Post, con arrebatos fieros que se hacen presente en “Circles” o “Pizzazz” a través de las guitarras. Buena parte del peso de las canciones de “Big Dipper” recaen en las melodiosas líneas vocales de Farina, y es que la querencia pop es algo intrínseco en la musica de estos alemanes conjugada con el sólido muelle musical que construyen. Seguramente Scott Evil podrían unirse sin reserva a las filas del shoegaze, seguramente.
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