A veces no dejo de sorprenderme hasta donde llega el espíritu humano en su afán de sentirse protagonista, de estar en el lugar y momento que considera adecuado o que así lo dicta la moda. Nací en un lugar en el que lo más sencillo es crecer mirando al mar desde cualquiera de sus esquinas, beber los vientos de un océano Atlántico que caricia con la espuma de sus últimas olas la orilla. Un lugar que sea el camino que utilices para recorrerlo te acompaña el olor a salitre como seña de identidad, el influjo de las mareas como marca de nacimiento que se enraíza en el comportamiento, en el modo y manera de entender la vida sintiendo la fuerza del mar en tu espíritu agarrado a una balaustrada. Y en ese mismo lugar, donde “la mar” te espera a la vuelta de cada esquina como vecina cómplice, alguien hace negocio vendiendo a precio de oro un rinconcito donde contemplar el mar mientras suena la música de moda.
Quizás no lo entiendo porque siempre me contaron que la brisa es libre y salvaje, porque viene cruzando continentes hasta reposar en el rostro de quien vive frente al mar, como también les ocurre a la gente de Ceuta, ciudad hermana a la que nos unen vínculos sentimentales que no están tallados en ninguna piedra, porque la simpatía no requiere de reglas ni mandamientos. Y mi blog se asoma hoy a las columnas de Hércules para recibir a Metalkrüsa y su efectivo “Black Dahlia” un compendio de Heavy Metal tradicional abrazado a riberas próximas al Thrash Metal y el influjo de Metallica. En Metalkrüsa nos encontramos a un viejo conocido, Emilio S. Ortega (Sheilan) junto a A. Mauricio, E. Peula y P. Bermejo. “Black Dahlia” destila contundencia, fuerza bien equilibrada, acepciones del metal tradicional desde su concepción británica de los primeros ochenta a la rebeldía de la Bay Area a mitad de la década.
“Black Dahlia” no pretende confundir condescendencia con reivindicación, sino que apuesta fuerte -y con fundamento- por la consolidación de los preceptos más clasicos de -nuestro, si, tuyo y mío- Heavy Metal buscando ese complicado equilibrio entre pasado y presente, la fórmula de sonar actual sin renunciar a a dejar claro el orgullo de la procedencia. “Black Dahlia” suena honesto, un disco que según va avanzando te va envolviendo, y en el preciso instante en el que conectas con el modo y manera que Metalkrüsa propone te das cuenta de que estás disfrutando y mucho de ello. “Black Dahlia” es un disco que necesita huir de la inmediatez, de la primera impresión como sentencia. Como siempre, al final, sobre todo en la música las opiniones van por barrios, pero a mi Metalkrüsa me han convencido. Por cierto el disco sale con The Fish Factory.

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