CIARAM GRANGER - BLUES FOLK DESDE ADELAIDE
Aún hoy en día, hay gente que me sigue preguntando porque hace tiempo, de un día para otro, hice las maletas y me planté en Madrid, con una mano delante y otra detrás, como se suele decir. Nunca me planteé una explicación coherente para aquello, simplemente era el momento y la decisión que tomé, no hay un más allá y nunca lo he buscado. Esos mismos me preguntan, el motivo de mi regreso, casi cinco años después. Comienzas un libro, y por mucho que te guste, llegas a su final. Pues yo decidí cerrar aquel capítulo de mi vida, y volver a comenzar otro nuevo, en otro lugar, que coincidió con aquel que me vio nacer. Nunca he sido de pensar mucho las cosas, posiblemente, entre vuelta y vuelta de tuerca, vas dejando la vida pasar, y lo que es peor, las oportunidades, que no siempre se presentan en la vida, aunque soy de los que creen, que uno se va marcando su destino, y va intentando vivir de la manera que soñaba, o al menos, lo más cercano posible.
El miedo al salto al vacío, a veces se presenta como una tormenta de verano, según voy cumpliendo años, lo reconozco. Pero siempre intento tener un paraguas a mano para ello. La vida son palpitaciones diarias, sensaciones de las que disfrutar o huir, según el momento dado, pero es que a veces, la valentía no solo consiste en dar un paso adelante, también en darlo atrás, si es el momento necesario. Donde se diluye como el agua de abril, es en las cavilaciones excesivas, en los pros y los contras, en las suposición de un resultado futuro, que realmente, nunca sabrás a ciencia cierta, hasta llegado el momento. Abro los ojos, miro alrededor, y me siento satisfecho, porque en mi saco, guardo con recelo, todas las sonrisas bordadas, y alguna herida aún mal curada, pero a fin de cuentas, quien dijo que fuese divertido ganar todo el rato.
Me gustan los caramelos rojos, pero también me gusta meter la mano, y sacar uno amarillo o verde, ir probando sabores, llenar mis estanterías del paladar de estremecimientos que guarden recuerdos, y también me gusta hacerlo con mis oídos, y por supuesto con mi alma y corazón, porque la música es la mejor medicina para los continuos ataques al organismo por este mundo de prisas y carreras que nos ha tocado vivir, donde hemos decidido que todo se haga en un segundo, para en vez de gastar el tiempo y verlo perderse como arena que se lleva el viento entre los dedos, almacenar cada segundo de más, por si algún día nos hace falta para seguir este ritmo de locos. Por eso, muchas veces, busco entre los nombres que no me son conocidos y entre sonidos que me den la calma necesaria, para salir a la calle con una sonrisa, o al menos, sin el humor teñido de color oscuro. Y eso me ha pasado con Ciaram Granger, un tipo de Adelaide, Australia, cuyo blues/folk, de tintes acústicos me tiene atrapado desde hace un par de días.
No os voy a contar una historia sobre él que no conozco, solo he dejado que sean sus canciones, las que me traigan esa paz interior y me alejen esa sensación de desarraigo, que a veces amenazan con invadir mi paraíso particular. Ciaram, además de cantar, toca la slide y la armónica, y se hace acompañar por Shannon Simpson a la batería. Desde la inicial "Going west" te das cuenta de que aquí hay algo especial, que su música sabe a carretera, a sueños vividos y a deseos anhelados, a historias a medias y a borrón y cuenta nueva, a fin de cuentas, a la vida de principio a fin, acompasado por una slide que te hace de guia por el camino de la redención. Una vez que las religiones se han vuelto caducas, abramos nuestros propios templos, y decidamos nuestros reverendos sin lecciones de falsa moral, donde alabar a los verdaderos dioses, como Son House, para cantar todos a coro en su honor "Death letter blues" y luego seguir con nuestra biblia particular, recitando "Going away", con ese sabor del viejo blues que el diablo nos regaló en un momento de debilidad.
No olvides agarrar la mano de aquel a quien amas, o simplemente, de con quien has compartido unas sonrisas sinceras, para volver a casa mientras suena "Long ride home", y sientete feliz cada vez que esa slide te marque las horas, porque en tu reloj ya no serán en estos momentos las diez o las once, serán "On my mind" o "Pot of gold". Vive el presente y sueña con el futuro, pero tampoco dejes de recordar aquellos buenos tiempos, toda esa gente que ha pasado por tu lado y seguro que te ha dejado alguna señal que no querrás olvidar, revive todos tus fantasmas, que no tienen por que ser tenebrosos si no quieres, mientras suenan "Down the river" o "Summer night". Recuerda que cada persona es un mundo, un país, una frontera, donde las leyes de la naturaleza se cumplen según la propia decisión a veces, y según la suerte muchas. Que el camino a la felicidad está lleno de piedras, pero merece la pena recorrerlo, siempre con una canción a tu lado, que yo hoy he elegido que puedan ser "Way down" o "Nothing left to say".
Se acaba el disco de Ciaram, y sus historias y su música, me hacen pensar, en lo bueno y en lo malo, y a la vez disfrutar de esa sonoridad, de esas raíces del blues que no tiene miedo a atraer para si. Sé que Adelaide está muy lejos del Delta, y este a su vez de Cádiz, pero durante el rato que dura este disco, se forma un triángulo perfecto que no entiende de distancias, millas o kilómetros, solo de que la música es la mejor razón para olvidar fronteras o idiomas, y compartir esa pasión. Llevo dos días con este disco, sonando casi sin parar, y a partir de ahora, Ciaram Granger estará entre aquellos nombres, cuya música, cuyas canciones, significan algo para mi.
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