lunes, 17 de febrero de 2025

My Dying Bride - A mortal binding (2024)

Frente al cruce de camino que representa la toma de decisiones, elegir frente a posponer o rechazar. No hace falta elevar pensamientos hacia movimientos cruciales en para cimentar el destino, que no propongo elevar pensamientos a utópicas disertaciones filosóficas trascendentales sino optar por resoluciones mundanas que al final son las que construyen el día a día. Leo a gente que conozco y respeto hablar maravillas de “Mandibula” de Monica Ojeda. A veces esta disposición a sentirme identificado con lo que alguien comenta sobre algún asunto de interés viene condicionado por saber que compartimos gustos comunes, si no cercanos fielmente seguro que convergentes. También me topo con dictamenes ajenos a mi esfera de influencia que reinciden en las buenas palabras relativas a la novela de la escritora paraguaya. “Mandibula” no es una narración sencilla de dirigir por el uso del lenguaje y la escritura por parte de Monica Ojeda, por la insana intranquilidad que emana la historia desarrollada. Llegado cierto punto a mitad del relato me veo a mi mismo en la cima de una montaña.  A un lado la luz que representa la huida, el camino de baldosas amarillas. Al otro la oscuridad que incita a continuar inmerso en un escabroso viaje. Elijo seguir, y a cada paso me alegro de mi decisión mientras desciendo hacia el vórtice que anuncia el abismo que representa el final de la novela, atrapándome de manera insana a través de una necesidad de conocer el desenlace mientras mi mente va atando cabos de manera que vaya desvelando secretos escondidos en los distintos frentes ¿morales? que surgen de cada diálogo, cada situación. 

El infierno son los demás”, no he podido recordar la celebre cita de Sartre mientras acababa una novela cuya lectura he acompañado de reflejos ocuros traducidos en canciones, unas presentes otra pasadas. El último tramo lo hago con los melancólicos compases de “A mortal binding” (2024) de My Dying Bride. Siempre me ha rondado la percepción de que se han quedado -a nivel de status- un escalón por debajo de otros compañeros generacionales como Paradise Lost o Anathema, y eso que a nivel personal, si resumo su carrera discográfica me parece en conjunto superior a los de Holmes, no si la comparación la centramos en determinados discos en concreto. Pero me centro en este momento  en este disco, en el que el maridaje fuerza-tristeza que evoca el binomio formado por guitarra y violín. Un disco cuya atmósfera te coloniza acorde a acorde, invadiendo el cuarto oscuro de las sensaciones y dejando sus puertas abiertas de par en par para que estas se fundan en el abrazo decadente y lúgubre que se extrae de las canciones incluso en los pasajes donde parece poder percibirse cierta utopía de esperanza implicada en la claridad vocal aunque termine siendo un placebo maliciosamente planeado por la oscuridad imperante.



La inicial “Her dominion” nos transporta a una etapa ya lejana en My Dying Bride, la que rememora sus primeras grabaciones donde ecos del death metal formaban parte de la raíz de su sonido y que en esta ocasion se refleja en las líneas vocales. La cadencia brumosa y penetrante del doom en canciones como “Thornwick him” y “Unthroned creed”. Todo ello junto en mayor o menor medida la presencia del gothic metal que también se presta como tercer ángulo del triángulo que representa la base compositiva de la banda. “A mortal binding” transcurre inexorable, cada canción como la parada de penitencia en forma de horas de un reloj. Un disconque gana enteros en cada escucha, con cada vez que prestas atención a los detalles . Otro gran trabajo de una banda que se niega a dejarse llevar por los cantos de sirena que han empujado a tantos otros a naufragar contra las rocas.


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