miércoles, 12 de febrero de 2025

Orange Goblin - Science, not fiction (2024)

“Creó el rock fumeta de riffs vigorosos durante 30 años y al décimo disco, descansó”. Tal vez podría servir como epitafio para Orange Goblin que hace poco anunciaban que se acabó. Abanderados a la fuerza del stoner rock -enésimo invento por crear una realeza del rock duro para gente a la que no interesa dicho concepción- han sobrevivido esparciendo grabaciones en el tiempo y sobre todo orando a los dioses de los riff monolíticos, el primigenio y grasiento rock duro y la efervescencia lisérgica entremezclada con anfetaminas. Esteroides eléctricos, cuero y cadenas que golpean furiosos el asfalto como cromadas máquinas diabólicas en su último y temido estertor. Metal con mayúsculas au que algunos nieguen la evidencia por afan de escapar y dejar atras la evidencia que los expulse del paraiso sonoro de los culturalmente elegidos sin estructuras tradicionales que los avalen. Que más da si las canciones es lo importante, la nomenclatura del invento. Ciencia, no ficción, proclaman. Punto final, nos tememos.

Orange Goblin siempre me han resultado mayúsculos porque su propuesta siempre ha estado clara por mucho que se cuelen en ellas líneas paralelas que se concentran en el engrandecimiento del resultado final y nunca en crear grietas en el poderoso armazón sonoro que desarrollan. “Science, not fiction” es de esos discos que adopto como banda sonora diaria sea lo que sea en lo que esté ocupando mi tiempo en ese preciso momento. Apuestan por la progresión a través de la devoción por el decibelio. Si el calvinismo actuó como fuerza motriz para el nacimiento del capitalismo y sus cadenas sobre el sudor de nuestra fuente, el riff monolítico invoca el ascetismo intramundano que glorifican Orange Goblin con cada ataque de distorsión directo al cerebro de sus canciones. No sabía a despedida cuando salió hace unos meses pero si en este momento. 

Apretar los dientes y saltar al vacío ante el estruendo de “False hope diet”, “Cemetary rats” o “Gemini (twins of evil)” no es cosa baladí ni fruto del azar. Ahora que lo pienso, tal vez la descomunal “End of transmission” si traia nuevas no buenas sino azarosas. El último baile -nunca se sabe, menos aún en este negocio donde mañana me desdigo tan rápido como hoy afirmo- de una banda de sonido disoluto como marcan los cánones del rock duro apoteósico. 

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