Con el folk horror me ocurre como con el doom, que a veces hay una peligrosa y fina línea que separa la excitación del sopor y un paso mal dado puede hacer que pase del primer estado emocional al segundo. Hace unos días estuvimos viendo una co-producción anglo-irlandesa llamada Lord of Misrule o Ritos ocultos para la ocasión, que así la han traducido, supongo que pensando en dar un sentido más atractivo al título aunque el original -y tranquilos que no pienso desvelar nada del film- se adapte mucho mejor a su trama argumental. Una película que atraviesa esa delgada línea antes expuesta y cuya conclusión final, podría ser que no está mal aunque por momentos se torna densa, como algunos discos de doom metal ya que el atractivo de introducirse en las agónicas atmósferas creadas por los músicos, “ahogarte” en ellas cuando abrazan el suficiente talento para despojar el sopor.
Los malagueños Red Eye presentan su tercer disco, una bajada al los infiernos del doom metal revestido de variadas influencias que añaden a su percepción del doom, quedando visibles sin diluir la esencia que arraiga al subsuelo de donde parte la raíz del género. La profusión de riffs megalíticos se abrazan derriban el puente levadizo que les comunica con sonidos más áridos y corrosivos de un stoner en connivencia con el metal.
La ferocidad implícita de canciones como la monumental “No morning after” en el que ese riff es como una incansable correa de transmisión que continuamente mantiene en movimiento ese poso ultra heavy que posee la canción o como ocurre de la misma manera y modo con “See yourself”.
La adoración permanente al riff en “Beyond” fluye con naturalidad hacia los terrenos del heavy psych sin perder la atmósfera malsana de un doom de aristas metálicas que establece un perdido punto intermedio entre Black Sabbath y Candlemass.
Ese devenir psicodélico se torna más incisivo en “Stardust” donde también se tornan más melódicas las líneas vocales y su atmósfera crea un absorto space rock de tintes poderosos. El hard rock primigenio se hace presente con un riff inspirado en Iommi que presenta en sociedad a “Nebula” en cuya parte central desarrolla una imbricada atmósfera onírica incitada por guitarra y bajo mientras la batería mantiene el constante aferramiento al instinto más rocoso antes que de nuevo el monolítico riff irrumpa imponiendo su voluntad.
Este “III” de Red Eye se cierra “The billion names of God” y un maravilloso estribillo en el que conjugan de forma extraordinaria la melodía y los juegos vocales mientras que instrumentalmente deriva por los filos más atmosféricos del stoner como un largo e intenso peregrinaje por el desierto. Fantástico disco de los malagueños que los impulsa a ligas mayores, un disco con visos de colocarse entre los más destacados del año.

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