Pero Max no sólo pretendía continuar aportando al metal elementos tribales y reivindicando su origen brasileño, sino que además estaba atento a lo que en ese momento se cocía en el escena del metal, donde ocupaba un lugar preponderante el nu-metal, cuyas influencias fueron adaptadas a la manera de concebir el metal en Soulfly. Por su primer disco pasaron miembros de Fear Factory, Deftones y Limp Bizkit. En “Primitive”, repetía Chino Moreno, y hacian acto de presencia Tom Araya y Corey Taylor (Slipknot). Sería para el lanzamiento de “3” en 2002 cuando Max decide reformar la banda, con el regreso de Roy Mayorga y además producir él mismo el disco y por supuesto, contar con colaboraciones de gente de Ill Niño y Sacred Reich. Seguramente sea este “3” donde se hacen más evidentes todas esas ideas que trataban de hacer evolucionar el Metal en el siglo XXI, el que recogía, si no de manera más directa la corriente Nu Metal si el que lo hacía más evidente.
“Downstroy” la canción que abre el disco suena corrosiva, dura y llegando al final luce el tribalismo adoptado por Max desde los tiempos de “Roots” personificado en la percusión, algo que resulta mucho más evidente en “Seek’n’strike” donde dan la cara los últimos Sepultura de los que formó parte. Sin desdeñar ni un solo instante donde la agresividad se sienta presente nos metemos de lleno en “Enterfaith” cuyo estribillo es fiel reflejo de la contemporaneidad del momento mientras la aceleración de la batería es continua. “One” recupera la percusión y juega con la dualidad de las partes agresivas a cargo de Cavalera y las más melódicas cuando el protagonismo corre a cargo de la voz de Cristian Machado (Il niño) ofreciendo un doble reverso en la canción a la que quizás falte algo de definición. “L.O.T.M.(Lost Of The Mohicans)” representa la faceta más Metal de Soulfly, agresividad a raudales comandada por su registro vocal que parece golpear con rabia cada estrofa mientras las guitarras, machaconas, añaden músculo.
“Brasil” encierra en sí misma toda la filosofía que Cavalera llevaba amasando desde el 96, letras en portugués, percusiones, ritmos tribales, una voz rabiosa, que señala con cada palabra, un riff que aparece contundente, una canción que si te rendiste a “Roots”, como es mi caso, te va a atrapar. “Tree of pain” está dedicada a la muerte de su hijastro y cuenta con la voz de Asha Rabouin es un inicio de melancólica calma con visos de música negra interrumpida por la entrada desgarradora en escena de la voz de Max que arrastra a la banda, con una batería que alterna momentos propios del Thrash Metal con otros en los que de nuevo introduce elementos tribales para contar con un tercer acto de hechuras hardcore donde las voces corren a cargo de Ritchie Cavalera hijo de Max precedido de una frenada en seco que introduce elementos jazzísticos en la batería mientras los compases de guitarra se emparentan con los medios tiempos de Metallica y de nuevo la fantástica voz de Asha haciendo la canción suya con ese toque R’n’B/Pop, y es que los ocho minutos de “Tree of pain” dan para mucho.
“One nation” de los thrashers californianos Sacred Reich, en la que participan miembros de la propia banda no deja de ser anecdótica si no fuera porque su llamada a la paz dentro y fuera de sus fronteras conecta con “9-11-01”un minuto de silencio en honor a los fallecidos el 11-S. “Call to arms” posee mis guitarras preferidas del disco, Thrash Metal/Hardcore a toda pastilla y que no olvida los elementos tribales y rasgos arábigos que cierra la trilogía tematica que la engloba junto a las dos piezas anteriores y la colaboración en las voces de Danny Marianino, vocalista de infausto recuerdo para Glenn Danzig y no precisamente por sus cualidades vocales. La instrumental “Soulfly III” juega con la experimentación de huir de cualquier atisbo musical que pueda relacionarse con la musica de Soulfly aportando una cadencia próxima al jazz. “Sangue de bairro” versión de Chico Science devuelve la fuerza intrínseca a primer plano para mezclarla con ritmos brasileños.
Otra instrumental cierra el disco, “Zumbi”, ritmos tropicales, Afrojazz, sonidos experimentales, una extraña batidora sonora que pone punto y final a un disco que contribuyó a crear, asentar la personalidad de un Cavalera post-Sepultura, de sentimientos encontrados que trataba de expresar en su música. “3” es un disco, para mi gusto, mejor de como fue recibido por muchos aunque no por ello atesore ni mucho menos ese status de disco de culto que profesa el tiempo pasado, pero si que es buena muestra de un momento dado en la historia del Metal y de uno de sus personajes carismáticos. Por cierto, la edición que tengo incluye cuatro bonus, dos de ellos en directo en el Ozzfest 2000.



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